Lo primero que debería haber tenido en cuenta el alcalde de Oviedo es que no resulta convincente el argumento de que, a resultas del acaloramiento por el debate político, tuviese una intervención que veinticuatro horas más tarde se vio en la necesidad de matizar. Hablamos de la persona que preside los Plenos, algo que conlleva cuidar mucho las formas y no menos las palabras que se manifiestan. Hablamos de la obligación de no perder la serenidad en la liturgia que supone un Pleno.
Y, por otro lado, por muy incisiva que pueda ser la oposición, ello no implica descalificar a quienes no están de acuerdo con él, sin perder de vista tampoco que a la oposición le toca la tarea de pedir explicaciones sobre todos aquellos asuntos que afecten a la vida municipal. Una cosa es el desacuerdo, que va en el guion, y otra muy distinta es descalificar a grupos municipales que están en representación de la ciudadanía que los votó.
Vayamos, no obstante, al meollo de la cuestión, es decir, al viaje a Madrid en compañía de su mujer y a los gastos que se pasaron al Ayuntamiento. Ya se sabe que no se trata de cantidades llamativas. No pongo en duda que el objetivo de dicho periplo fue en pro de la ciudad. Dicho todo lo cual, no es de recibo cargar al Ayuntamiento gastos, por muy pequeños que fuesen, de la mujer del alcalde. Hubiera sido muy sencillo, a la hora de presentar las facturas, fijar qué conceptos deberían ser cargados al Ayuntamiento, separando los otros. Hubiera sido no sólo muy sencillo, sino además elegante.
Y nos hubiésemos evitado, además de otras cosas, ser noticia en la prensa nacional por un episodio de esta naturaleza. Es la vieja cuestión del huevo y del fuero, de la elegancia.
Por otra parte, volviendo a las matizaciones que hizo el señor Canteli, dejando de lado planteamientos muy retrógrados que van con la ideología, debería quedar muy claro que el primer edil de Oviedo asuma que hay gastos de los que no tiene por qué hacerse cargo el Ayuntamiento, asumirlo con elegancia y con humildad.
Esperemos, en fin, que, en lo sucesivo, el señor Canteli no vuelva a verse obligado a matizar y a aclarar sus intervenciones en los Plenos, a los que hay que hay que acudir con los deberes preparados, empezando por guardar las formas y pos asumir, de hecho, que la oposición tiene todo el derecho del mundo a discrepar y a pedir cuantas explicaciones considere convenientes.