El problema no fue el empate en sí mismo, sino el pobre juego que desplegamos a lo largo del partido. Frente al Málaga, Juanjo Nieto no fue el jugador decisivo de otros encuentros. Ortuño estuvo casi todo el tiempo en una soledad lastimosa. Sangalli no sólo marcó el gol, sino que además no dejó de intentarlo durante todo el encuentro. Fue de lo poco salvable del Oviedo en el Carlos Tartiere la víspera de Reyes.

En cuanto a las lesiones, Lolo, desde salió al campo en sustitución de Edu Cortina, estuvo desafortunado de principio a fin. De este jugador, no esperamos grandes pases ni tampoco alardes técnicos, pero sí que haga dos cosas básicas. Primero, entregar el balón con solvencia, sin complicarse la vida. Segundo, que no cometa fallos clamorosos. Sin embargo, no fue capaz de ninguna de esas cosas. Cada vez que tenía el balón en los pies, nos temíamos lo peor.

A pesar de que la alineación frente al Málaga fue de circunstancias por sanciones y por la gripe, lo cierto es que abandonamos el Carlos Tartiere apesadumbrados porque no hay patrón de juego, porque, salvo Sangalli, nadie fue capaz de desequilibrar arriba, porque, en muchas acciones ofensivas del rival, la defensa no siempre fue todo lo expeditiva que resultaba necesario.

Hay que ser objetivos: el equipo visitante no fue especialmente peligroso, tuvo mucha posesión de la pelota, pero tampoco se mostraba muy capaz de llegar arriba con peligro. Por si ello fuera poco, al menos en los primeros minutos del encuentro, la defensa malacitana no se mostró inexpugnable ni rocosa. De hecho, llegamos al área andaluza en varias ocasiones, pero siendo incapaces de perforar su portería, excepción hecha del tanto de Sangalli.