¿Por qué se tarda tanto en reaccionar tras un despiste defensivo más que nos costó otra derrota? ¿Hace falta que tengan que transcurrir los primeros 45 minutos para que la intensidad llegue al equipo? ¿Qué tiene que pasar para que los once titulares elegidos por el míster se conciencien de que ya está bien de exhibiciones de falta de concentración que nos sitúan ahora mismo en el pozo en la tabla clasificatoria?
No es momento de buscar culpables, tampoco toca confiar en que hay un salvador en la plantilla. No hay nada de lo segundo. Y, en cuanto a lo primero, antes y ahora, los principales responsables son los jugadores. Así de perogrullesco. Miren, un entrenador, tanto el actual como sus antecesores, pueden equivocarse en la táctica, pueden no haber acertado a la hora de decidir el once titular, pero ningún míster les va a decir a sus futbolistas que duerman el sueño de los justos sobre el césped.
Entiendo el malestar y la indignación de muchos aficionados que se desplazaron a Lugo. Y lo entiendo porque la actitud en la primera parte es sencillamente imperdonable. ¿Cómo no recordar aquel aserto de Cicerón en el que hablaba que es de necios perseverar en el error? Desde luego, la plantilla al completo es consciente de la delicada situación en la que estamos.
Con todo, el nuevo míster ha querido quedarse con lo positivo que vio en el juego y en la actitud durante el segundo tiempo. Con todo, tenemos motivos para creer que hay suficiente calidad en la plantilla para salir de ésta. Pero, de una vez por todas, hay que salir al campo teniendo muy clara la realidad, no sólo en la teoría en las ruedas de prensa, sino a la hora de los hechos sobre el terreno de juego.
De verdad, ya valió.