Un primer tiempo que tuvo de bueno no haber encajado un solo gol. Por lo demás, al margen de otras consideraciones, apenas tuvimos profundidad en las jugadas de ataque, salvo un remate de Ortuño y un lanzamiento de falta por parte de Tejera que salió ligeramente alto. Desde luego, estamos muy lejos de ver un patrón táctico que nos pueda dar la esperanza de que el equipo sabe a qué se juega.
No es que falte lucha, pero se ven carencias preocupantes, sobre todo, a la hora de los desmarques, a la hora de dar esa asistencia a quien esté bien situado para transformas ese gol que tanto anhelamos, máxime en la actual situación.
Tal y como viene sucediendo en los últimos encuentros, se mejoró en la segunda parte, sobre todo, tras la entrada en el campo de un Borja Sánchez que no sólo asumió la responsabilidad de dirigir el juego de ataque del Oviedo, sino que además fue muy incisivo en muchos de los lances que protagonizó. El canterano está a la altura de las circunstancias cuando se trata de desatascar un guion plano. No es poco echarse sobre los hombros semejante tarea y, desde luego, Borja Sánchez la llevó a cabo con solvencia.
También hay que hacer mención a la lucha y a la efectividad de Rodri, que fue decisivo a la hora de transformar el penalti.
¡Cuánta agonía, sabiendo que el empate no nos sacaba del pozo, sabiendo, además, que el Tenerife podía desequilibrar el partido a su favor, no porque mostrase mucha ambición de ganar, sino porque tiene jugadores de calidad!
Nos sigue tocando ir de final en final. Bueno sería seguir sin encajar goles. Puede que ésa sea la madre de todas nuestras batallas desde aquí hasta el final de la liga.
Lo dicho: cuánta agonía.