Oviedo, como el resto del país, vive puertas adentro. Y, desde nuestro confinamiento, lo que no falta es el espectáculo, manifiestamente mejorable, de la vida pública.
Sólo voy a referirme a dos asuntos. El primero de ellos es la total ausencia de autocrítica por parte del Gobierno de España que, sí, se vio desbordado, al igual que la mayoría de los gobiernos europeos, por la invasión de este virus. Y, ante ello, a toro pasado, no es difícil reconocer que faltó previsión, que se fue a remolque de la realidad. Reconocer errores puede ser un acto de grandeza.
Por otra parte, a quienes son incapaces de reconocer las dificultades, a quienes sólo ven los errores del Gobierno de España, sin caer en la cuenta de que en la práctica totalidad de países de nuestro entorno también se vieron desbordados, a quienes se dedican a buscar a ver de qué forma pueden erosionar la imagen del Gobierno, les pediría, como mínimo, un poco de cordura y un mínimo de sensibilidad a la hora de hacerse cargo de la situación. Ya habrá tiempo para análisis sosegados y para críticas argumentadas. Lo que toca ahora es sobre todo empatía y altura de miras.
Lo dicho: echo en falta la autocrítica de los unos y me resulta estomagante la falta de sensibilidad de los otros.
Y, por encima de todo, los héroes y las armas, como en el primer verso de ‘La Eneida’, de Virgilio. Lo heroico de quienes arriesgan sus vidas por salvarnos. Las armas para combatir este virus que no acaban de llegar de forma suficiente y que aún tienen que afinarse mucho.