Los últimos encuentros que venimos disputando desde esta atípica reanudación del campeonato con los estadios sin público, con un desangelamiento ambiental con el que ciertamente no se contaba, hacen que el sentimiento oviedista se viva en estado puro, pasando del entusiasmo tras las victorias que se consiguen al hundimiento anímico cuando se cosechan derrotas. Pensemos en el abatimiento tras la derrota ante el Cádiz, frente al ‘subidón’ de alegría que se vivió a resultas de haber salido victoriosos ante las Palmas.
Además, las últimas victorias tanto frente al Mirandés como ante el equipo insular tienen un valor añadido importante que viene dado por el hecho de haber superado a rivales que, en lo que se refiere a calidad , han demostrado tener más recursos que nosotros.
Fíjense: Ante las Palmas marcamos dos goles, ambos de bella factura y dispusimos de cinco ocasiones muy claras. Los dos tantos azules no solo fueron bellos en su ejecución por parte de Ortuño y de Sangalli, respectivamente, sino que además estuvieron precedidos de jugadas excelentes, tanto el pase de Tejera en el gol transformado por el delantero del Oviedo como también en el poderío atacante que precedió al soberbio gol de Sangalli.
Por si ello fuera poco, en los primeros minutos del encuentro, Bárcenas cerca estuvo de desequilibrar el resultado a favor del Oviedo y, por su lado, un recién incorporado Saúl Berjón inventó un pase milimétrico desde lejos que envió a Rodri y que el delantero azul, incomprensiblemente, mandó al cuerpo del guardameta visitante.
Mientras saboreamos el más que meritorio triunfo ante las Palmas, donde no sólo defendimos bien y con orden, sino que además encontramos clarísimas ocasiones de gol, es que todo el oviedismo, empezando por el equipo técnico y lo que se visten de corto para salir al campo, confíen en su propia potencialidad, como los hechos demuestran, evitando llevarse otro mazazo en el siguiente choque, en este caso, en la Romareda.