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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Tras la crecida luna

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Quien no ha cruzado Roma bajo la luna llena no tiene ni idea de la belleza que se ha perdido”. (Goethe).

Cuando escribo estas líneas, a pesar de que se quedó atrás la enorme luna que fue más allá de un mero acontecimiento meteorológico, la noche sigue siendo un espectáculo en el que la niebla se cobija bajo la luz selenita, buscando acaso un centro de calor en la figura que forma, buscando una magia visual de la que nadie puede desentenderse.

La niebla, a primera vista, esconde lo que envuelve. Sin embargo, se asienta bajo la luz de la luna, reivindicando acaso una puesta de largo genuina y hermosa. La niebla, tela y telar de determinadas noches, radiante, gracias a la luna. Y, en este caso, gracias a esta luna que nos acaba de visitar, aumentada, que no corregida.

Cuando escribo estas líneas, tengo muy reciente la contemplación de dos cielos, el de Lanio, sobre el Narcea, donde la luz de la luna saca del río un brillo plateado. También, el cielo de Oviedo, hermoso, estrellado, limpio en las alturas, con la niebla partida y repartida en trozos de gasa bajo el techo protector de la luz de la luna.

¡Ay, esa niebla! ¡Ay, esa luz intensa en el cielo, pero nublada tejas abajo!

Luna crecida, ajena a todo ruido, a toda furia. Luna crecida, siempre aliada, aunque sin saberlo, de la poesía y el amor. Luna crecida, todo un prodigio cuando se asoma tras las montañas a primera hora de la noche. Luna crecida, que atiende y auxilia a la niebla, que embellece el cielo y el suelo, que diría Fray Luis, el maestro León, que decía Unamuno.

Las piedras, nuestras piedras más nobles, las de la Catedral, las del Alma Máter, las de los palacios del Oviedo más regentiano, cobraron en estas  noches  un realce espectacular, resplandecen de forma especial, sin la luz del día que, a veces, obnubila.

Las noches en Oviedo, con la luna crecida y multiplicada, fueron blancas y fantasmagóricas, sin temor, sin temblor, sin terror. Territorio de fantasmas buenos, de esos que nos llevan al recuerdo, a la leyenda, al mito, a la magia.

Luna crecida y multiplicada, haz de poesía, voluntad de estilo, escenario de belleza.

Todos hemos levantado la vista hacia el cielo, todos nos estremecimos ante nuestras piedras nobles, todos recordamos viejos esplendores, que estas pasadas noches danzaron, con velos, desvelándose y desvelándonos.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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