“No podemos vivir sin la convicción de que hay algo indestructible en nosotros.” (Franz Kafka).
Visité por vez primera el sanatorio Miñor en los años 70, cuando fui a ver a la más joven de mis tías abuelas, que siempre decía que había nacido “con el siglo”. Estaba recién operada y se encontraba con buen ánimo. Recuerdo perfectamente su conversación que versaba sobre la carestía, para ella desmedida, de la vida entonces. También recuerdo que uno de los familiares que la acompañaba en la habitación comentó que en el Miñor habían venido al mundo muchos niños.
Por eso, en mi primer día de trabajo en la Fundación Municipal de Cultura, cuya primera sede estuvo en el Miñor, me vino a la mente aquel comentario acerca de la historia del lugar en la referida visita. Y, bien pensado, que tuviese que desempeñar mi tarea en la Concejalía de Educación tenía cierto vínculo con aquella historia.
¿Alguien recuerda, por estos pagos, que la primera Presidenta de aquella Fundación Municipal de Cultura fue Aurora Puente? ¿Alguien recuerda que, en el primer mandato de Masip como Alcalde carbayón, el concejal de Educación era Cándido García Riesgo, un socialista ejemplar para quien la izquierda no era una mera cuestión de siglas? ¿Alguien recuerda, en fin, que hubo un tiempo en el que la política, en materia cultural y educativa, era tomada en serio por algunos responsables políticos?
El hecho fue que solamente una vez, y durante un breve periodo de unos meses, desempeñé una tarea profesional que no fue la docencia. Y fue precisamente allí en la Fundación Municipal de Cultura donde trabajé como coordinador de la concejalía de Cándido Riesgo. Ciertamente, no me tocaba dar clase, si bien mi tarea no era ajena al asunto educativo. Así es que los cometidos que me correspondía realizar no eran ajenos a lo que pasaba en las aulas, o, en todo caso, a los centros docentes, de cuyo mantenimiento tenía que ocuparse el Consistorio.
Mi etapa en la Fundación Municipal de Cultura fue en el curso 86-87. En los bajos del Sanatorio Miñor, siguiendo con cuestiones docentes, estaba el CEP.
Y, por su parte, Cándido Riesgo ponía todo su empeño en el mantenimiento de las instalaciones de los colegios públicos y también, desde su concejalía, se colaboraba con las actividades culturales y deportivas.
Y, en otro orden de cosas, hay que decir que, por aquellos años, José Ángel Fernández Villa era un personaje todopoderoso en Asturias. Y, a este respecto, hay una imagen que jamás olvidaré. Como se sabe, la sede de HUNOSA se encuentra frente al Miñor.
Pues bien, en un acto de protesta sindical a las puertas de esa misma sede, cuando Maese Villa salió del coche, un Renault 18 de color rojo, una nube de fotógrafos se movilizó para hacer la instantánea del día. El mostachudo líder del SOMA como estrella mediática.
La referida imagen la vi desde el balcón del despacho de Juan Vega, gerente de la Fundación Municipal de Cultura, cuyas tareas eran muchas y diversas, fundamentalmente, las que tenían que ver con la programación del Teatro Campoamor, donde no sólo se representaban obras teatrales interesantes, sino que además había exposiciones de muy variada temática.
Y, volviendo a aquella imagen de Villa, rodeado de fotógrafos, cuando salió de su coche, tenía el semblante serio, contundente, incluso diría que airado. Todo un actor.
Gobernaba el PSOE en España, en Asturias y en Oviedo, esto es, su propio partido político, pero, claro, había que escenificar que eso no le llevaba al conformismo, que sus reivindicaciones estaban por encima de todo, que lo primordial era la defensa del mundo minero ante los peligros que se avecinaban de posibles reconversiones industriales.
Toda una lección de alta política, o, viendo lo que vendría después, de baja política. Pero ahí está nuestra historia llariega en la que Villa figura y figurará, y no precisamente en una mera nota a pie de página.
Volviendo a la FMC, allí estaban las concejalías de Cultura y Educación, con sus correspondientes funcionarios y, como dije, con Juan Vega en la gerencia.
A la hora de rescatar lo más esencial de mi experiencia allí, me produce ternura, no exenta de nostalgia, que era un tiempo en el que quedaba mucho por hacer, o, al menos, eso se pensaba. Mejorar las instalaciones docentes, esto es, apostar, desde lo que correspondía, por la enseñanza. Ofrecer a la ciudadanía ovetense ciclos de cine, representaciones teatrales, exposiciones, y así un largo etc. Y, desde luego, se tenía muy claro que aquello, como la vida según Gil de Biedma, iba en serio, tenía que ir en serio.
Puedo decir que Cándido García Riesgo no sólo apostaba por la enseñanza pública desde la teoría en busca de titulares, sino que además ponía todo su empeño en ello, desde unos planteamientos en los que el institucionismo tenía una presencia importante.
Puedo decir también que, en lo que se refiere a las actividades culturales, se buscaba la calidad y el interés, y, en muchos casos, se lograba.
Pasó el tiempo, y el mencionado palacete dejaría de ser la sede de la Fundación Municipal de Cultura, que se trasladó en tiempos del gabinismo al Teatro Campoamor.
Y siempre recordaré que los teléfonos no dejaban de sonar, que Cándido Riesgo recibía muchas visitas tanto de personal directivo de los centros docentes, como de asociaciones de padres.
Fue un honor haber trabajado con Cándido Riesgo, socialista, insisto, no sólo de siglas.