No se puede poner en duda que el equipo de Fernando Hierro lo intentó, que los jugadores azules no escatimaron esfuerzos para conseguir la victoria, incluso que, contra lo que vino su costumbre, que el entrenador sacó al campo un once con vocación ofensiva. También es tan innegable como obvio que todo eso no fue suficiente para conseguir los tres puntos ante un rival que, desde luego, no hizo en el Carlos Tartiere una exhibición de buen fútbol.
Falló, en efecto, la inspiración ante el gol, incluso a un delantero como Toché que no suele defraudar las expectativas en ese sentido.
No obstante, la pregunta que hay que hacerse, teniendo en cuenta las declaraciones de Fernando Hierro y los titulares de prensa, si en el partido frente al Zaragoza lo decisivo fue la mala suerte. ¿Sólo la mala suerte? Desde luego, la duda cabe, hay lugar para ella.
La mala suerte estuvo presente en la noche del sábado en el Tartiere, de acuerdo, así como la gran actuación del portero visitante que salvó goles cantados. Hubo jugadas de estrategia que llevaban el marchamo del gol, gracias a la precisión de Susaeta. Hubo remates cuyo destino era el fondo de la red, hubo empuje y ganas en el equipo azul. Pero la mala racha que parece perseguirnos desde el partido frente al Huesca siguió estando omnipresente en el partido frente al equipo maño.
Desde luego, máxime viendo los resultados que se produjeron este fin de semana en Segunda División, no nos queda otra que el resultadismo, propio y ajeno, en las jornadas que restan de aquí al final del campeonato, resultadismo que podría llevarnos a terminar la temporada en la zona de ‘play off ’
Lo que se repitió en el partido frente al Zaragoza fueron jugadas de ataque en las que faltó esa última precisión, ese último desmarque, esa creencia en una táctica ganadora para el equipo que tenemos.
No sólo no pudo ser, sino que además el del sábado fue uno de esos encuentros en los que se intuía que el balón no iba a entrar, como, en efecto, así fue. Por mucho empeño que pusieran.
Se diría que en ningún momento se conjuraron los temores y los fantasmas que llevamos sufriendo desde que empezó la liga. Y, al no conjurarse, nos temíamos que no íbamos a llegar a tiempo para algo tan decisivo como es el gol.