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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: “Trivagando” en Pick-Up

(A Carlos de Castro y  a Manuel Gª Peliz, por su amistad y lucidez)

Precisamente porque la tiranía de la opinión es tal que hace de la excentricidad un reproche, es deseable, a fin de quebrar esa tiranía, que haya gente excéntrica. La excentricidad ha abundado siempre cuando y donde ha abundado la fuerza de carácter; y la suma de excentricidad en una sociedad ha sido generalmente proporcional a la suma de genio, vigor mental y valentía moral que ella contiene”. (Stuart Mill).

La duda tiene que mantener siempre las dos posibilidades en la indiferencia y la indecisión; entre ellas va y viene el diálogo, hasta que de él brote la chispa del pensamiento, como en la frotación de las piedras para encender fuego en Platón”. (Hannah Arendt).

 

“Vosotros no divagáis, “trivagáis”. Semejante perla nos la espetó un ciudadano, mostrando así su perplejidad a resultas de haber escuchado la conversación surrealista que estábamos manteniendo acerca de lo que Hegel podría haber dicho  a propósito de los agujeros negros, en el caso de que hubiese podido conocer la referida teoría.  El susodicho ciudadano llevaba un buen rato prestándonos más atención a nosotros que a los contertulios que lo acompañaban. Aquello sucedió una noche en Pick-Up, que era el pub que solíamos frecuentar las madrugadas de los viernes a principios de los años 80. Años, sin duda, jóvenes y divertidos. Años desenfadados. Años en los que casi todo el mundo de la farándula participaba del rojerío, algunos ya con cierto escepticismo muy próximo al cinismo del desengaño; otros, resistiéndose a aceptar que las decepciones y el desencanto ya habían iniciado un largo e irreversible camino. Pero, en todo caso, con mayor o menor dosis de ingenuidad, lo cierto es que en la década de los ochenta se respiraba una atmósfera de libertad que se fue ahogando con el paso del tiempo.

“Trivagando” en  Pick-Up. ¿Cómo no recordar aquel mural de Vivancos en el que se daban cita personajes omnipresentes de la vida cultural vetustense, personajes que, en aquel momento, nos parecían no sólo desenfadados y lúcidos, sino también en muchos casos entrañables? (Las rebajas al respecto llegarían con el paso de  los años, salvo excepciones, no muchas). Y es que, a decir verdad, nos sentíamos cómplices de todos aquellos que representaban el mundo de la cultura. ¿Cómo no recordar, en efecto, aquellas conversaciones interminables que eran un continuo salto entre asuntos que iban de los libros a la música, del cine a todas las manifestaciones artísticas, del pensamiento con recorrido histórico y del que entonces considerábamos más actual?

“Trivagando” en  Pick-Up. Vetusta, la eterna Vetusta, con sus noches de niebla, con su movida, con sus libertades, con sus debates, con sus polémicas. Vetusta, la eterna Vetusta que estaba a punto de celebrar el centenario de la novela que la inmortalizó, a cuyo autor sentíamos tan cercano y omnipresente. Durante años nos tropezábamos a diario con su réplica artística   en las escaleras de la Facultad. Y, por otro lado, eran muchos los que se apuntaban al boom clariniano, viendo en el autor de “La Regenta” al literato que había sido implacable contra un reaccionarismo casposo que a todos nos había tocado de cerca. Aún no había llegado el momento en el que nos acabaríamos percatando de que muchos de quienes se reclamaban clarinianos de pro eran en el fondo no menos regentianos que los personajes más arquetípicos de la mencionada novela.

Tiempos desenfadados, digo, en los que ni los más  perspicaces del lugar avistaban lo que estaba por venir, que, en este caso, y al contrario de lo que decía Ángel González en uno de sus poemas más memorables, sí que llegaría. ¿Quién veía entonces que al llamado “socialismo real” le quedaban sólo unos cuantos años? Porque se seguía insistiendo en el tópico de que las dictaduras de extrema derecha eran, salvo la excepción que habíamos padecido en España, mucho menos duraderas? ¿Quién nos iba a decir que aquel Papa tan viajero de entonces iba a contribuir a cambiar el mundo? ¿Quién nos iba a decir entonces que aquel conservadurismo férreo que representaban Margaret Thatcher y Ronald Reagan iba a tener tantas consecuencias no sólo en los países donde gobernaban? ¿Quién nos iba a decir que el desencanto iba a aguar la fiesta que se había iniciado en nuestro país tras haber dejado felizmente atrás aquella intentona golpista del 81 que parecía una escenificación carpetovetónica y decimonónica?

“Trivagando” en  Pick-Up. Se reconstruía (¿o se deconstruía?) el relato clariniano. Los acordes de la llamada movida madrileña nos llegaban. La semiología y el  estructuralismo iban en el cartapacio de la torrentera conceptual que se manejaba en la Facultad en disciplinas diversas y, a veces, dispersas. Y, sobre todo y ante todo, las benditas libertades, recién recuperadas, que nos daban fuerza y oxígeno para todo. No había aún temores resultantes de incurrir en lo políticamente incorrecto. No había otro hilo conductor a seguir que no fuese el que dictase lo que podía bullir en el pensar y en el sentir. Éramos nosotros y nuestras libertades, y, en aquel entonces, las decepciones no rompían las costuras de nuestras mochilas. De hecho, no habían hecho más que empezar, y preferíamos darles tiempo antes de ponernos estupendos.

“Trivagando” en  Pick-Up. Atrás se había quedado ya “la libertad sin ira” como el himno de la primera transición. Pues se trataba de divagar sin mirar relojes, de divagar sin más nubarrones en el horizonte que todas aquellas cosas que se resistían a una comprensión más o menos clara de lo abordado. Pero la complejidad no era un pretexto aún para explicar lo inexplicable, para justificar lo injustitificable.

“Trivagando” en  Pick-Up. Como mucho, primeros balbuceos de inconsistencias y bandazos. Nunca daré sus nombres, nunca los daremos. Pero, ya en aquellos primeros años de la década de los ochenta, algunos rojos de pro habían comenzado a modificar muy seriamente su discurso. Tanto fue así que, ante el mural de Vivancos, en Pick-Up, fui consciente de excesos de realismo provenientes de personajes que, muy pocos años antes, no sin cierto reproche, más o menos cariñoso, me manifestaban que mis planteamientos políticos, en la línea del azañismo, no dejaban de ser burgueses y conservadores. Pero en 1983, en Pick-Up, muchos de aquellos que habían iniciado su trayectoria política en partidos a la izquierda del PCE, estaban ya muy cerca del PSOE, del felipismo, y su marxismo ortodoxo parecía no haber ido más allá de un sarampión tardío en la adolescencia.

“Trivagando” en  Pick-Up. Siempre nos quedará la música. Siempre nos acompañarán las risas y las libertades. Siempre estarán con nosotros los sueños, sedosos y sedantes, que se expandían y se desplegaban en aquella bendita niebla de tantas y tantas madrugadas a la salida de aquel pub en el que tanto nos divertimos.
¿Aprendiendo?

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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