En los primeros minutos del encuentro, vimos -hay que reconocerlo- otro Oviedo, un equipo con mordiente arriba a la hora de poner las cosas difíciles a la defensa del rival, un equipo metido en el choque, un equipo con ambición y entrega. También pudimos ver a un Saúl Berjón distinto al de la pasada campaña, luchando más y en mejor forma física. Tanto fue así que los dos goles del conjunto carbayón los transformó el jugador canterano.
Pero, ¡ay!, ocurrió lo inesperado. Me refiero al gol del empate del Rayo, una falta que pilló con el pie cambiado y con la mente puesta sabe Dios dónde al guardameta y a la defensa. Y se vio, tras el gol de la igualada, que el equipo se resintió, que perdió el norte, la confianza en sí mismo.
Por otra parte, que el Rayo se adelantase poco antes del descanso minó mucho los ánimos y le dio una seguridad al equipo visitante que se limitaba a controlar el balón.
Llegó lo peor con el tercer gol visitante, pero, aun así, el once azul siguió luchando, fruto de ello fue el segundo tanto marcado por Berjón. Luego, vino lo del penalti que, al final, no llegó a ejecutarse a resultas de que el juez de línea marcó un fuera de juego.
¿Otro Real Oviedo? Lo mejor, sin duda, los primeros minutos del encuentro hasta el gol de Berjón. Lo peor, los despistes defensivos, así como lo poco afortunado que estuvo Juan Carlos en el segundo tanto del Rayo en el que ni siquiera salió a por el balón.
Por otro lado, hay que anotar también que Hidi demostró clase en los minutos que estuvo en el campo. Suyo fue un magistral pase que dio lugar al segundo gol de Berjón. El húngaro está llamado a ser el director de orquesta del equipo.
También hay que decir que la “sociedad” entre Linares y Toché arriba, al menos en el partido de ayer, no funcionó. El primero estuvo negado para el gol, mientras que al segundo le llegaron pocos balones para sentenciar a lo largo del partido.
Un partido de claroscuros, del que se puede decir que el equipo lo intentó, que puso ganas y mordiente, pero que esa seguridad defensiva de la que se habló en la pretemporada fue manifiestamente mejorable.
Se vio algo muy inquietante: que es muy difícil ganar si la defensa tiene pájaras y si los delanteros parecen negados ante el gol.
Con todo, las sensaciones no fueron de hecatombe.