Lo peor no fue la derrota, a la que no hay ningún pero que ponerle. Lo peor fue la sensación de fracaso que nos apoderó tras los goles marcados por el Valladolid. No sólo fue un encuentro en el que las cosas nos salieron mal, sino que constituyó, sobre todo, una prueba de fuego que nos muestra muy a las claras la posibilidad de que, al final de la temporada, sintamos una enorme frustración.
En un campeonato como este, en el que el equipo nunca rehusó el esfuerzo y la intensidad, es más duro quedarnos descolgados en la fase final de la liga. No puedo afirmar que esto vaya a suceder, ojalá que no sea así, pero es inevitable plantearse muy seriamente esa tesitura.
Desde el principio del partido, pudimos darnos cuenta de que Fabbrini no era el jugador incisivo que iba a poner el toque de calidad en el juego atacante del Oviedo. Lo cierto es que, frente al Valladolid, el futbolista italiano apenas existió.
Y, por otro lado, las carencias más habituales del equipo se hicieron aún más visibles, sobre todo, la ausencia de un juego que ponga balones peligrosos en el área rival. Ni siquiera podemos hablar de goles fallados por los delanteros, sino de algo peor aún: de que no los habilitan para que puedan rematar, independientemente de que acierten más o menos.
La misión de los centrocampistas no es sólo desbaratar el juego del contrario, sino también crearlo con pases medidos y peligrosos. De esto último, estamos muy carentes. Y, frente al Valladolid se puso más de manifiesto que nunca en lo que va de temporada.
Desde luego, la posibilidad de quedarnos entre los seis primeros sigue estando ahí. Desde luego, si fuésemos capaces de levantarnos de esto, viviríamos algo muy épico. Con todo, ante el Valladolid cosechamos la derrota más hiriente en lo que va de temporada en el Tartiere.
Al mismo tiempo, surgen preguntas que son inevitables. Una vez más, se ficharon jugadores que no fueron capaces de ganarse la confianza del entrenador, ni siquiera para ser convocados. Algo falló en este sentido. Y, por otro lado, también cabe preguntarse si no sería del caso dar más oportunidades a jugadores canteranos, aunque sea de forma prudente y escalonada. ¿No cabe preguntarse también si no puede ser más aprovechable Yeboah?
Mazazo mayúsculo, digo. Aun así, esto no sólo no está acabado, sino que además no hay que incurrir en pesimismo tremendos, ni mucho menos en la ira contra jugadores que, en cualquier caso, se entregan y se vacían en cada partido.