Ya no vale consolarnos con el pretexto de que fue un partido que nos salió mal, entre otras cosas, porque ya van unos cuantos encuentros en los que el Oviedo perdió la confianza en sí mismo, en los que los errores superan con creces a los aciertos, que tampoco los hubo. Estamos ante algo peor que una crisis de resultados, estamos sin rumbo, sin juego, sin recursos, sin batuta. Estamos en el peor momento de la temporada.
No voy a entrar en la casuística de todo esto, me limito a decir lo que hay, lo que veo, sin hacer concesiones a un optimismo que, en estos momentos, sería pura inconsciencia.
En Soria, ninguna de las líneas del equipo funcionó. Ante el segundo gol del Numancia, fue imperdonable que dejaran rematar a placer a Valcarce, máxime cuando todo el equipo azul estaba en el área propia.
En el centro del campo, no sólo se sigue repitiendo la historia de que no hay un medio centro que distribuya valones a la delantera, es que además tampoco se dio la talla a la hora de frenar al rival.
Y, en cuanto a la delantera del Real Oviedo, somos muchos los que nos preguntamos si tiene sentido que Aarón siga siendo titular indiscutible, cuando lleva una considerable racha de partidos sin ser ni de lejos el jugador de principios de temporada. Una vez más, Toché y Linares estuvieron batalladores. Punto.
Dos batacazos seguidos, ante el Valladolid y el Numancia, un bajón en el juego innegable. No sirve pasarse la semana hablando de intensidad. Además, de hablar al respecto, hay que ponerla en el campo. Y tampoco creo que sea muy útil la discusión acerca del sistema a seguir, que si con cinco, que si con cuatro defensas. Hay que insistir en una obviedad: son los jugadores los que hacen buenos o inoperantes los sistemas, y en los últimos partidos los hechos así lo demuestran.
Lo peor de todo no es estar fuera de los puestos de promoción, cuando acabamos de desperdiciar una ocasión de oro para ello. Lo inquietante y desolador es que a este equipo no se le ven trazas de recuperar el buen juego y los resultados. Da la impresión de que hemos caído en el pozo de la inoperancia, de la desconfianza.
Y, bueno, el míster Juan Antonio Anquela es el que mejor conoce la plantilla que tiene. Aun así, cabría preguntarse si algunos de los futbolistas que ni siquiera son convocados casi nunca no podrían aportar algo al equipo en este tramo final de la temporada, a un equipo sin rumbo y sin ilusión.