Seguro que nos queda mucho por saber sobre “el caso enredadera”. Pero acaso merezca la pena centrarse en un asunto en el que el Ayuntamiento de Oviedo fue pionero, sin tener la exclusiva, claro está, y es en todo lo concerniente a las privatizaciones.
¿Cómo no recordar el cacareado y manido discurso acerca de la rentabilidad y conveniencia de las privatizaciones para los servicios públicos? Se decía que, en manos privadas, las cosas tenían que funcionar necesariamente, que el mercado siempre aplicaba sus elementos correctores, que lo público propendía siempre a la ineficacia. Y así un largo etc.
Sería muy largo, en la extensión del propio artículo y en el tiempo a abordar al respecto, entrar de lleno en las distintas privatizaciones que se vinieron haciendo en el Ayuntamiento de Oviedo durante el largo periodo del gabinismo. Para lo que aquí se pretende es más que suficiente recordar las escandaleras que trajeron y siguen trayendo determinadas privatizaciones de los servicios públicos.
Y, volviendo al caso que estalló mediáticamente la pasada semana, desde que los agentes de la UDEF irrumpieron en las dependencias de la policía municipal ovetense, entre las informaciones de las que se vino haciendo eco este periódico, está el hecho de que se apostaba por privatizar la formación de los agentes. Y, según hemos venido conociendo, esto fue determinante para que el Alcalde de Oviedo cesase al hasta entonces comisario de la Policía Municipal de Oviedo, José Manuel López.
Desde luego, en la política local de Oviedo la sombra de las privatizaciones es muy alargada y, en conjunto, ha venido generando escándalos y problemas.
Algún día, en el futuro, se hablará de la fiebre de las privatizaciones en la política municipal española, fiebre que no fue exclusiva del PP, pero que, en el caso de Oviedo, la responsabilidad política de todo aquello está muy clara.
Es lo de siempre: el ser y el parecer. Es lo de siempre: el interés público, frente a los objetivos de cualquier empresa privada que no pueden ser otros que el de los beneficios económicos. Es lo de siempre: endogamias y nepotismos muy fácilmente localizables. Es lo de siempre: adular y tener contentos a quienes más podrían protestar.
Es lo de siempre: entre proyectos faraónicos y privatizaciones, aquellas grandes proclamas, aquellos falsos profetas no saben ya dónde ocultarse, porque la realidad los sonroja.