Fue un partido soporífero. No se puede decir que el Mallorca se mostrase superior al Oviedo, pero, una vez más, nuestro equipo incurrió en un clamoroso fallo defensivo que dio origen al gol que, al final, nos eliminó del torneo copero.
El Oviedo comenzó, eso sí, presionando arriba y, a lo largo del primer tiempo, no se vio dominado por el conjunto rival. Sin embargo, la posesión de la pelota, que, de hecho, estuvo más tiempo en el campo del conjunto bermellón, no conllevó que se creasen jugadas de gran peligro con las que el once carbayón amenazase en el sentido de poder ganar el partido.
En este sentido, hay algo muy importante a tener en cuenta, y es que, hasta el momento, el Oviedo sólo tiene un jugador que garantiza jugadas de peligro. Y ese futbolista es Saúl Berjón. Otros, claro está, pueden crearlo, pero no hay certeza de que lo consigan. Ciertamente, de poco sirve dominar el encuentro si no somos capaces de dar pases de gol, si los lanzamientos se sortean y van a parar casi siempre a la defensa. Aarón, por ejemplo, estuvo bastante desafortunado. Y no es que se escondiese o que no luchase, sino que rara vez logró hacer la jugada individual o lanzar un pase con peligro a un compañero.
Por lo visto ante el Mallorca, el problema no radica sólo en fallos tremendos en defensa, que nos vienen costando goles y, también, puntos, sino también en la falta de jugadas de ataque que creen ocasiones de gol.
Y, por otro lado, no puedo soslayar que, en muchos momentos del partido, se vio a un Oviedo que no sabía qué hacer con el balón, que, en vez de buscar la jugada con un mínimo de ambición, lo que se hizo repetidamente fue retrasar el balón, pase a pase desde el centro del campo. No es sólo que no hubiera verticalidad, es que ni siquiera se intentó, y tal cosa no es de recibo en un equipo que se reclama tenso e intenso.
Esperemos que esto no se repita y que el Oviedo se reencuentre pronto con las buenas sensaciones de los tres primeros partidos del presente campeonato. Esperemos que en Lugo se vea a otro Oviedo.
De la misma forma que conviene no olvidar los errores cometidos ante el Zaragoza. Acaso proceda lo irremediable: centrarse en la Liga, algo que es obligado, obviamente, pero centrarse como si este partido copero no hubiese existido.
Que el sopor se quede lejos.