A pesar de llevar poco tiempo casados no hablaban entre ellos como era de esperar. El se las arreglaba para estar ocupado con sus asuntos de trabajo, sus amigos, la televisión o con el futbol, con el ordenador navegando en la red. Apenas tenía tiempo para hablar de los dos o de uno de ellos, de asuntos familiares o quizás de pareja, de su estado emocional o de cómo les iban mutuamente las cosas. Ella le iba avisando de que se encontraba muy sola sin poder compartir, además de la cama, sentimientos, proyectos, agobios personales y dudas y él, temeroso quizás de afrontar los problemas cara a cara, solía dar la callada por respuesta o presentar excusas quizás por timidez o por no estar acostumbrado a eso de ventilar los sentimientos. El caso es que ella encontró en el café diario de la empresa un compañero dispuesto a escucharla y a intercambiar puntos de vista hasta que llegaron a intercambiar algo más que palabras y llegó un dia en que su mujer no le pedía ya tiempo ni opinión. El la veía como ausente y ella acabó por decirle que ya no le quería, que ya era tarde y no había remiendo ya para un roto tan grande. Parejas como esta abundan por doquier y apenas si se entiende que dos seres humanos que proclamaron a los cuatro vientos que se querían y tienen un hijo ya no sean capaces de hablar entre ellos mismos de ellos mismos, de desahogarse mutuamente, de hablar de sus proyectos y sus penas, de sus vivencias, laborales o no y de un largo etcétera. Si dos que están dispuestos a vivir toda la vida juntos no se paran a hablar ¿qué pintan juntos? El caso es que abundan las parejas que no hablan y ventilan por fuera sus cuitas y sus preocupaciones, lo que les mueve y les conmueve. No se entiende muy bien este fenómeno frecuente. Se puede entender que a uno le cueste hablar de si mismo y de sus sentimientos pero no tener tiempo para intercambiar impresiones, hablar de la familia y los problemas que a los dos les afectan, no se entiende muy bien. Y así pasa lo que pasa, que muchas parejas al cabo de algún tiempo se aburren como ostras y cada cual opta por hacer su vida. Para eso mejor haber evitado dar el cante de una sonada boda. Para eso, mejor es no casarse. O sí, dirán no obstante algunos. Hay gustos para todo pero hablar en la pareja, además de otras acciones, parece elemental, querido Watson.