Miedo me da la crisis financiera y la económica que vacía los bolsillos de nuestros ciudadanos por las repercusiones que causará sin duda en las vidas de algunos, sobre todo si pierden sus empleos.
Sabido es lo importante que en este mundo es el becerro de oro del dinero. Sin dinero y peculio no somos casi nada porque casi todo está condicionado a poseerlo. Unido como va usualmente al empleo, si no hay empleo no hay forma de obtener ingresos con los que poder hacer frente a los gastos. Si no llega el dinero, porque falta el trabajo, se vive como un mazazo a la autoestima con el riesgo de sentirse incapaz de superarse y ayudar a los suyos y con la desazón de ver que no podemos consumir lo que consumen otros. Miedo me da la crisis porque puede dejar un reguero de víctimas con la autoestima hecha pedazos, con lo que cuesta recuperarla una vez destrozada. Pero no quiero quedarme con el miedo y contagiar de angustia a quien lo tiene en carne viva.
Quisiera centrarme en animar a quien se encuentre ya o pueda encontrarse deprimido, con escasez de fuerzas para que no se rinda ni desista de buscarse la vida, porque esta continúa a pesar de la crisis. Es preciso estrujar nuestra imaginación y arreglarse con lo que se tiene dignamente mientras llegan de nuevo días mejores. Hay que arrancar un nuevo empleo, nuevas fuentes de ingresos y para ello hay que llamar a numerosas puertas y darse a conocer con la esperanza de que alguna se abra. Es necesario agotar los contactos pidiendo que nos echen un cable o una mano. Hay que presentarse a pedir sin complejos, sin bajar nuestra voz ni encoger nuestro cuerpo a quien sabemos que puede dar trabajo. Mahoma tiene que ir a la montaña, a todas las montañas, sin dejar de prepararse uno para aprender nuevas habilidades que den acceso a nuevos yacimientos del mercado de trabajo. Hay que salir de la casa, hablar, llamar, pedir, exponer nuestro caso y buscar los resquicios que aparecerán siempre a quien se muestra activo en lugar de esperar a que nos busquen.
Todo menos dejar de creer en uno mismo, dejar de pensar que existe una salida, dejar de actuar creativamente, tirar la toalla, sentirse fracasados o rendirse aunque haya que vivir con algo menos. Y todo esto hacerlo sin perjuicio de que los que tienen el poder se esfuercen seriamente por hacer que el mercado ofrezca más salidas y dar facilidades de acceso al crédito a los que necesitan el dinero.