No quiero ser pesado repitiendo a todo el mundo mis historias hasta el aburrimiento.
No quiero resultar un gruñón y cascarrabias a quien todo molesta y para el que la vida es un fastidio.
No quiero andar quejándome de mis achaques a todo el que me encuentro y lograr que me eviten.
No quiero dar que hacer a quien me cuide, más allá de lo imprescindible y necesario.
No quiero abandonar mi aspecto externo y descuidarme, antes muy al contrario, quiero ocultar, en lo posible, mis signos de declive, para no inspirar pena y menosprecio.
No quiero que me traten como un trasto inservible ni ser utilizado ni que me ninguneen si no soy ya rentable.
Quisiera controlar mis manías para no ser objeto de murmuración y de risa a mis espaldas.
Quisiera que me dijesen con cariño lo que debo cambiar y yo aceptarlo de buen grado en vez de resistirme.
Quisiera ser tratado con respeto a pesar de no estar ya en el mercado de trabajo.
Quisiera ser interesante y atractivo para los que me traten, sean jóvenes o viejos.
Quiero irradiar jovialidad, frescura y dinamismo para que no me vean como un viejo acabado e inspirar con ello gran respeto.
Quiero tener mi mente activa, observando la vida, satisfaciendo mi curiosidad y aprendiendo hasta el dia de mi entierro.
Quiero andar con la cabeza erguida aunque ya esté encorvado.
Quiero mirar al frente y al futuro, aunque sea corto e incierto, evitando ser presa de la nostalgia del pasado.
Quiero llevar con dignidad mis achaques, mis años y mis pérdidas sin amargar a nadie con quejas permanentes.
Quiero seguir sacándole a la vida el jugo que me ofrece y ser útil a pesar de los años.
Quiero morir con dignidad y que no alarguen mi vida más allá de la cuenta haciéndome sufrir inútilmente.
Quiero vivir, a ser posible, en casa mientras me valga, rodeado de mis cosas.
Si por cualquier razón termino en una residencia pido a mis cuidadores que no se aprovechen nunca de mi impotencia e indefensión.
Todo esto, por lo menos, me gustaría que sucediese cuando sea anciano o viejo.