Ante la ira la gente se pregunta si es bueno expresarla o es mejor reprimirla. Parece que los estudios apuntan a que es mejor expresarla pero habría que matizar para evitar disgustos. En primer lugar reprimirla por sistema no parece muy adecuado para la salud de las personas pues además de elevar la tensión arterial, eleva la temperatura de la olla psicológica y uno se expone a la explosión con todo lo que ello significa de violencia, además de que puede alimentar revanchas y desquites o puede ahogarse en alcohol o en otras drogas. Ocasionalmente sí que hay que reprimirla si lo exige el momento y para evitar mayores consecuencias.
En cuanto a lo de expresarla hay que explicarlo. Si por expresarla entendemos canalizarla a través del deporte, el ejercicio, la relajación, el baile, el taichi, el yoga, la práctica de las artes marciales o cosas parecidas resulta algo más que conveniente y apropiado, además de saludable. Si por expresarla entendemos decir lo que nos molesta a otra persona en principio parece conveniente pero hay que tener mucho cuidado o un cuidado exquisito al hacerlo no sea que por expresarla y quedar desahogados sean peores las consecuencias derivadas al no guardasr las formas.
Depende del grado de confianza que tengamos y dependiendo de la forma de ser del otro o de su estado cuando se lo expresamos, habremos de calibrar cómo expresarla, cómo decir las cosas pues el tono y la forma podrían herir al otro, aunque llevemos razón, más que arreglar las cosas. Hay que saber también elegir el momento y la oportunidad de nuestras expresiones airadas o de nuestros enfados. Decir lo que nos viene a nuestra lengua es muy fácil pero hay que mirar si se hiere o se mata o se molesta y ver qué consecuencias se derivan.
Como humanos y en cuanto seres tan emocionales como somos no solemos tener mucho cuidado porque el impulso nos pierde pero tener tacto se impone si queremos que la expresión de la ira logre el objetivo de exponer nuestro disgusto y que el otro se de cuenta y se decida a cambiar o corregir su error. Lo que no es muy correcto desde el punto de vista de la comunicación es emprenderla a gritos o voces, dar portazos o colgar el teléfono y dejar al otro con la palabra en sus labios. No lo es tampoco expresarse atacando, amenazando o insultando o cosas peores que todos conocemos. Mezclada con alcohol, ya ni te cuento. Lo mejor es medir las palabras y los actos que llevemos a cabo sin renunciar a dar a entender nuestra molestia.