Qué suerte que mi blog me da la oportunidad de explayarme sobre este reiterativo tema del “síndrome postvacacional” que cada fin de agosto es manoseado hasta la saciedad como si fuera un tema estrella. Pues no, no estoy de acuerdo en que a las molestias que conlleva acudir al trabajo después de vacaciones se les califique de esa forma, considerándolo poco menos que una enfermedad pues síndrome es una serie de síntomas que denotan una afección o enfermedad. Si volver al trabajo fuese para la gente una afección estaríamos arreglados.
Todo cambio supone una adaptación y por ello naturalmente cierto estrés, digo cierto, porque tampoco estoy muy de acuerdo en llamarlo “estrés postvacacional” como si la vuelta supusiese un elevado estrés. En algunos casos puede suponer cierto nivel de estrés cuando desarrollas un trabajo en condiciones adversas y en un clima hostil. En otros simplemente un poco de tensión que se resuelve al cabo de dos o tres dias en cuanto nos adaptamos a lo que unos dias antes era una situación completamente familiar. Es más, para algunos volver al trabajo es una liberación pues no tienen que aguantar todo el dia a la familia o la pareja a la que no soportan. Para otros, si han cogido largas vacaciones, es una forma de recuperar la normalidad y la rutina que tiene también sus ventajas. Y para los adictos al trabajo es un gustazo volver a producir adrenalina porque les encanta su trabajo y estar todo el tiempo conectados y muy activados.
O sea que, aunque hace unos años se ha puesto de moda hablar del síndrome o del estrés postvacacional, sinceramente no es para tanto. Habría que sospechar dos cosas, o bien que los medios echan mano de esos conceptos porque tienen que llenar hueco en sus programas, escasos de información en el mes de agosto porque parece que casi todo se paraliza y entonces acuden a este recurso que les da algo de juego o bien hay que sospechar que a alguien le interesa inventarse un trastorno y sembrarlo en la población para luego lucrarse ofreciendo el remedio sea en forma de ansiolíticos o antidepresivos o en forma de terapia.
O más bien hay que pensar en la tendencia acentuada que existe en nuestra sociedad de hacer de todo pequeño sufrimiento poco menos que un drama o un trauma. Exagerar el dolor es una moda. Creo que simplemente hay que aceptar la vuelta al trabajo con toda normalidad. Cuántos parados obligatoriamente estarían encantandos con no tener vacaciones y sí un trabajo que les permita sobrevivir en estos tiempos de crisis. Lo dicho, no hay que exagerar el sufrimiento y en todo caso ese pequeño sufrimiento se enaniza en dos dias.