Como ya ha conseguido colarse en la literatura la expresión S.A.P (Síndrome de Alienación Parental) y hay libros y artículos sobre el mismo incluso en lengua anglosajona, hablemos de él para aclarar un poco este un tanto turbio asunto. Se entiende por Síndrome de Alienación Parental el que sufre un hijo de padres separados al ser manipulado por uno de los progenitores que se empeña en ponerle en contra del otro a base de hablarle mal de él y acentuar lo negativo de sus comportamientos como padre o madre, aunque sean inventados.
Con ello trata de ganarse las simpatías del hijo y ponerlo de su lado para castigar de algún modo a la expareja. Cuando los padres se separan puede haber tendencia a que quien no ha digerido la separación albergue rabias e incluso rencor hacia el otro pero eso no es argumento suficiente ni justo para poner al hijo en contra de uno de los padres, incluso aunque sea verdad que el acusado o alienado se comporte mal. Aunque esto de poner al hijo en contra de uno de ellos ocurre es menos frecuente de lo que parece leyendo la literatura que existe sobre el tema. En todo caso, llamemos como llamemos a esa acción, lo cierto es que es un acto reprobable porque le priva al niño de una buena relación con uno de ellos, relación que tiene derecho a mantener para contribuir a su mejor crecimiento y desarrollo personal.
Ya tendrá tiempo ese hijo de ir descubriendo por si mismo cómo es cada progenitor, cómo se comporta e ir construyendo su relación de acuerdo con la imagen que se va haciendo de ellos. La injusticia es mayor si el progenitor “maldito” resulta que trata a su hijo con cariño, de forma correcta y apropiada e incluso exquisitamente. Un padre o una madre jamás deberían cargar las tintas negativas por despecho, por desquite o revancha sobre el otro usando al menor indefenso como depositario de todas las miserias y frustraciones de la antigua pareja. Si los trapos sucios hay que lavarlos en casa con más razón hay que callar si está en juego el equilibrio emocional del niño, ya dañado y afectado en parte por la separación de sus padres.
No se debe añadir más leña al fuego. Bastante tiene un hijo con tener separados a sus padres como para, además, predisponerle y envenenar la relación entre el menor y el cizañado. Eso sería terrorismo parental.