Me estoy imaginando ya la escena muy frecuente estos dias. Los chicos recogiendo las notas del trimestre y la madre a la espera de sus resultados. Si son buenos no les sale a los padres ser generosos reconociéndolos sin hacer comentarios sobre lo que podrían haber mejorado más de haber estudiado con más asiduidad y más esmero. Se pone poco énfasis en reforzar sus buenos resultados aunque no sean brillantes.
Sin embargo me imagino la escena si las notas son malas. Malas caras, sermones y amenazas de quedarse sin Reyes o tener que trabajar en vacaciones. Acusaciones varias sobre la vagancia desplegada en el trimestre. Disgusto y riñas amén de comparar al suspendido con otro primo suyo o un amigo. “Ya verás cuando llegue tu padre por la noche, te puedes preparar, vago indecente” o comentarios despectivos. Y cuando llega el padre, ya caliente, si la madre le llamó para avisarle puede ser que se pase del sermón a los gritos, las amenazas y las descalificaciones personales. No hay que extrañarse que estos dias haya chicos que de pronto se encierren en su cuarto o algunos marchen de casa para evitar tanta monserga como les caerá encima.
Dada la trascendencia que damos a los estudios en esta sociedad no hay que extrañarse de que sea una tragedia suspender y por ello suponga un gran trastorno familiar. Está bien, pasadas unas horas, comentar cómo pudo evitarse el descalabro, sin ensañarse con los chicos y animarles a que estudien con más asiduidad el trimestre que viene pero hay que tener cuidado de no perder la calma y emitir comentarios que hieran la autoestima de los hijos y aprovechar para proferir muchas acusaciones que no haríamos de estar serenos y tranquilos. Cuidado con las reacciones inmediatas de intento de castigo, previo escándalo. Cuidado con no herir profundamente la autoestima de los chicos, llevados de la ira y de la frustración.
Mejor dejar pasar algunas horas y con calma hacer reflexionar a nuestros hijos sobre lo que ha pasado y cómo evitar que se repita. Mejor porque esa es una forma de amargarse las fiestas y sembrar el conflicto sin conseguir por ello que el chico se arrepienta y cambie de conducta. Mejor no tener que arrepentirse de lo dicho y del daño creado por dejarnos llevar de la emoción incontrolada. Al corregir hay que hacerlo con calma intentando que los chicos piensen y traten de poner el remedio después de vacaciones. Calma, padres.