¡Vaya forma de peder los papeles que algunas personas tienen, de empezar a deteriorar su relación de pareja y de darle la puntilla finalmente por exceso de celos, por los dichosos celos! Comienzan por sospechar, imaginar que su pareja les traiciona en su ausencia y comienzan a arder con el arrasador fuego de los celos. Que si donde estuviste ayer y con quien que no me contestabas a pesar de llamarte varias veces. Que si te estarás viendo con la otra o con el otro. Que he notado que miras con ojos seductores a otros chicos o chicas. Que ya sabes lo que siento por ti y tú no te das cuenta y lo tomas a broma.
Al mismo tiempo que las acusaciones irrumpen con fuerza y con vehemencia el celoso, además de perder los papeles, comienza a investigar los pasos que da el otro. Roba a hurtadillas su movil u ordenador en busca de señales o huellas de la traición que augura o teme. Huele toda su ropa a ver si el perfume es el mismo que usa o huele diferente en cuyo caso se confirman a priori sus sospechas. Registra por doquier, por la casa o el coche, la cartera o las prendas a ver si encuentra cabellos o algún rastro que lleve a lo temido.
Todo esto y mucho más por fuera, a la vez que por dentro se envenena, se obsesiona y preocupa pues mentalmente sólo le queda tiempo y energía para pensar qué estará haciendo o tramando en su contra. Le suben los sofocos pensando que ya es tarde y que, aunque convive con su pareja, emocionalmente ya no es suya. No vale que la pareja le asegure que no hay nada de nada, que todo es un montaje mental debido a esos celos. Este o esta insisten en que ha de demostrarle que no hay nada pero ninguna prueba es suficiente. Lo que el celoso teme que sucede es lo que al mismo tiempo necesitaría ver para certificar sus amargas conjeturas.
El caso es que en la mayoría de los casos donde no hay base para los celos los celosos acaban por matar la relación pues asfixian al otro al tiempo que le alejan. No queda más remedio que reducir a cero, cueste lo que cueste, toda comprobación, toda acusación, toda la vigilancia y toda la tormenta imaginaria. Es el camino más correcto de proceder y el que puede asegurar la continuidad de la pareja. Y si al final fuese verdad lo sospechado se acabará por ver y descubrir sin más remedio y entonces sí, entonces hay que abrirle la puerta y despacharle para siempre. Y si no puede por si mismo superar su tormento que acuda a algún experto que le ayude, antes de que acabe abrasado.