Una sociedad basada en el cultivo del mérito permite que sus miembros sean compensados por su esfuerzo, por sacar lo mejor de sí mismos. Estimula a sus individuos a progresar según su inteligencia y su esmero en el trabajo. Permite hacer soñar a las personas y da facilidades a los que quieren progresar en justicia. El logro ganado a pulso sirve a la vez de motivador y de señuelo e impulsa nuevos logros por contagio. Premia los esfuerzos y no regala nada por ser de una raza, religión, de una familia, un colectivo, un sindicato o un partido. Simplemente pone a cada cual en el lugar que por su esfuerzo se ha ganado.
Por el contrario el clientelismo pasa por alto el nivel de capacidad y mérito de cada cual y le premia por ser “el hijo de”, “el recomendado de” y le premia bien a cambio de su silencio, de su complicidad o de su servilismo. En ese caso el contratado o el premiado procura ser leal por puro compromiso a quien le ha colocado. Todo esto desalienta a los que por su talento y su voluntad quieren progresar, que ven con decepción cómo les sobrepasan los que son enchufados.
Si esa práctica social abunda, se extiende entre la población la conciencia y la idea de que o te muestras servil y te sometes a quien tiene poder e influencia o se te cierran las puertas por mucho que tú valgas. Y como consecuencia se va corriendo el riesgo de que esa sociedad deje de progresar al cundir el desánimo entre los más dotados de talento y esfuerzo pero sin influencias político-económico-sociales-familiares. Si no eres de la cuerda quedarás apartado. Procede una reflexión: ¿en nuestra sociedad a quien premiamos sobre todo, a quien se esfuerza por aprender, por evolucionar y aportar sus conocimientos o a quien nos cae mejor o sabemos que no plantará cara ni se mostrará crítico? ¿Está o no extendida la práctica del clientelismo o es este un espejismo simplemente?
Hay que premiar a quien se esfuerza en progresar y aportar su granito de arena a nuestra sociedad para que no cunda el desánimo entre los esforzados. Y eso aunque nos sea de nuestra empresa, nuestra línea o de nuestra tendencia. Premiarle por ser un ser humano que lucha, simplemente. Pero todo eso requiere tener una visión de altas miras que trascienda los puros intereses más rastreros. El clientelismo y enchufismo, además de una lacra, son como las enredaderas que tienden a extenderse y trepar por doquier.