Este trastorno, caracterizado por la alternancia de periodos de profunda depresión en que la persona siente que no le apetece ni tiene motivación para nada y de periodos de euforia, de manía o hipomanía en los que se cree capaz de todo y no para de hacer cosas aceleradamente, así como que cree que todo es maravilloso, es un trastorno grave que aunque tiende a cronificarse se puede mantener bajo control de una forma adecuada cuando se descubre y se acude a los profesionales que lo atienden. Al ser una enfermedad ocasionada por la alteración de los neurotransmisores debe ser en primer lugar y sobre todo el psiquiatra quien ha de atender a ese paciente, siendo la medicación de una importancia elevada y el psicólogo (en menor medida) quien enseñará al paciente, complementariamente, los mecanismos cognitivos que debe utilizar para controlar sus pensamientos y expectativas negativas así como aprender qué conductas practicar y qué estilo de vida llevar para evitar recaídas serias y mantenerse dentro de lo normal en lo posible.
Como quiera que el trastorno conlleva un elevado sufrimiento para quien lo padece y su familia conviene que sea diagnosticado cuanto antes, acudiendo a los profesionales que lo tratan, para comenzar pronto el tratamiento adecuado y actuar a ser posible en fases prodrómicas o leves para estar entrenado para cuando surjan las más graves.
Actuando de esta forma y sin abandonar ¡nunca! la medicación aunque el paciente atraviese por fases asintomáticas es probable que el paciente logre llevar una vida aceptable y pueda disfrutar de la vida a pesar del trastorno. Puesto que hay condiciones externas que producen estrés y que el estrés es buen aliado de las recaídas conviene que al paciente se le enseñe a prevenir y controlar sus respuestas ante los estresores, siendo la relajación sistemática un aliado muy recomendable.
Por lo demás un estilo de vida donde las drogas estén ausentes, el sueño diario asegurado y evitando los cambios bruscos de ritmo de vida y aprendiendo a tomar la vida con serenidad es una forma de asegurarse un cierto alivio, sin olvidar, otra vez, la medicación que ha de ser tomada respetando las dosis, las horas asignadas y el tiempo necesario. El caso es mitigar el sufrimiento y eso se puede en estos tiempos tal como está la ciencia.