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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

REAGRUPACIONES FAMILIARES

La crisis está obligando a muchos jóvenes a tener que volver a vivir con sus padres porque o se separan de sus parejas y no tienen dinero para seguir pagándose un alquiler o porque además se encuentran sin trabajo o el que tienen no les da para vivir independientes. Esta reagrupación afecta negativamente a todos los que tienen que vivir forzosamente en el mismo espacio. A los que vuelven porque pierden la libertad de la que ya gozaban pues ven cómo sus padres, con buena pero errónea intención, les tratan como si fuesen menores de edad o poco menos al considerar que pueden controlar sus movimientos y o bien les piden cuentas de sus salidas y regresos nocturnos o ponen mala cara si estos no hacen la vida que los padres esperan.

A los padres también pues aumentan las cargas inesperadamente y esto deben comprenderlo esos hijos y derivar hacia sus padres sus deberes y tareas personales. Y a todos porque la convivencia se les hace difícil por tener que compartir espacios, muchas veces escasos, y ver su privacidad invadida. Si todos sufren la adversa situación, aunque a algunos padres les agrada ver al hijo o la hija de nuevo en el hogar que abandonaron ¿qué pueden hacer ambos para que la situación no les desborde ni amargue su existencia?

En primer lugar hablar con claridad para llegar a acuerdos de cómo convivir civilizadamente. Deben establecer cuales son las tareas que a cada cual compete, respetarlas y cumplirlas. Deben fijar unas reglas del juego para evitar muchos malentendidos y conflictos frecuentes o choques entre ellos. No es que el reparto de tareas y responsabilidades, que muchas veces no se hace, sea suficiente para evitar los roces y los enfrentamientos pero ayuda realmente.

En segundo lugar deben todas las partes tratar de hacer un ejercicio de flexibilidad y tolerancia, de paciencia y respeto sobre las costumbres de cada cual, comprendiendo a la otra parte pues todos sufren la contrariedad sobrevenida. Hay que hacer un ejercicio de aceptación y comprensión mutuas. La única ventaja en todo esto es que al menos en esas situaciones de desgracia muchos pueden contar con la familia como amortiguador, lo que no es poco. Pero las mejores intenciones no impiden que la convivencia sea difícil. Por eso se requiere una actitud de buen entendimiento y respeto a los otros, todos ellos adultos.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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