Me preguntan si hay personas que son lo que no quieren ser y son lo que les exigen los demás y la respuesta es sí, rotundamente. Claro que las hay y abundan más de lo que nos dice la apariencia.
Todo aquel que no es capaz de construir una personalidad propia, sólida, sostenida sobre criterios personales y sobre ideas claras sobre qué es lo que quiere, cómo quiere ser y a donde se dirige está expuesto a ser lo que los demás le exijan y cómo le exijan que se comporte y, si tiene alguna idea propia, esta es tan frágil y su dependencia de lo que lo demás esperan de él es tan considerable que no tendrá inconveniente en disponerse a ir viviendo a expensas de las demandas exteriores, de lo que los demás le solicitan, le piden o le mandan que haga.
Muchos incluso no esperan a que sean los otros quienes le pidan que se comporten de una determinada forma. Son ellos mismos quienes, suponiendo que saben o creyendo saber lo que se espera de ellos, se comportan en consonancia con esa expectativa que ellos mismos se forman. Viven así intentando no defraudar a la gente, colgados de lo que creen que la gente piensa de ellos.
Naturalmente no tienen una alta autoestima, una autovaloración satisfactoria y no se perciben como valiosos e independientes sino que su categoría depende del aprecio externo y por eso se pasan la vida mendigando la aceptación ajena, aunque el precio que paguen sea elevado. El caso es sentirse aceptados y que les hagan caso, aunque sea para prestarse a ser utilizados. Viven pues de prestado y apuntalados desde fuera de su yo. Si alguien les pide que hagan algo lo harán sin más dubitaciones. Para ellos será una fuente de angustia constatar que no se les acepta y considera como esperan. Por tanto al estar siempre a expensas de la gente les falta la auto sustentación que necesitan. Si los demás les retiran su cariño y su atención quedan desubicados, desorientados y pierden a veces los papeles.
Y no digamos ya si esas personas de las que dependen, les retiran el cariño, les abandonan o se les mueren. Quedan paralizados, desfondados y angustiados. Aunque a todos nos gusta la consideración ajena, lo mejor es confiar plenamente en uno mismo aunque no guste a todos y vivir libremente. Tener personalidad, llaman a eso y moverse por el mundo seguros de si mismos.