Atrévete a derribar las murallas que el miedo ha levantado entorno a tu persona.
Atrévete a pensar como quieres independientemente de lo que los demás puedan pensar.
Atrévete a expresar tu opinión, si procede, sin que el temor al qué dirán anule tus deseos.
A ligar si te gusta ese hombre o esa mujer. El “no”, ya lo tienes pero ¿y si acepta?
Atrévete a subir a ese avión que siempre rechazaste sabiendo que no se va a estrellar con una seguridad que roza el 100%.
No tengas miedo a alejarte de casa pensando que te pondrás enfermo y no habrá quien te auxilie.
No lo tengas a estar entre la gente por si te miran. Que miren donde quieran.
Atrévete a pedir un aumento de sueldo si estás seguro de que te lo mereces porque trabajas más de lo que esperan de ti y les eres rentable.
Da el paso de aprender aquello que te gusta, pero siempre dejaste de hacerlo por temor al fracaso.
Afronta situaciones nuevas sabiendo que te vas a encontrar con alguna sorpresa casi siempre agradable.
Mira a la gente a los ojos, aprende lo que sienten. No te van a comer, te lo aseguro, ni se van a reir.
Sal a hablar en público si te lo has preparado. ¿Vas a quedarte con las ganas para siempre de ver lo bien que uno se siente cuando transmite lo que piensa?
Pregunta aquello que no sabes en lugar de quedarte con las ganas. Lo más que ocurrirá es que no te contesten, pero eso es improbable.
En fin, amigo o amiga. No dejes que el temor te vaya bloqueando las salidas y te pases la vida evitando o escapando por temores más bien irracionales. ¿O prefieres morir de envidia viendo cómo la gente se lanza sin temor en pos de expresar sus deseos, de cumplir sus proyectos y ganarse el favor de los viandantes? Venga, rompe de una vez esas cadenas que te impide ser libre y moverte a tus anchas. ¡Atrévete!