Entre el temor a equivocarnos y lo pautada que unos y otros nos dan la vida hemos ido renunciando a salirnos del camino trazado, esperado, asignado y con ello al ejercicio de la creatividad y la innovación. Hemos ido agotando hasta quedar casi vaciada nuestra capacidad de imaginar caminos diferentes, de imaginar soluciones distintas a las que nos han enseñado. La enseñanza que hemos ido recibiendo ha insistido en lo que se llama la “inteligencia convergente” como si todos los problemas tuviesen una sola y única solución, cuando son variadas las que existen.
A base de cerrar el abanico nos acostumbramos a buscar una sola vía y renunciamos la aventura de hallar alternativas. Nos entra el miedo a indagar, investigar, imaginar vías, a equivocarnos en fin y renunciamos al ejercicio estimulante y maravilloso de la creatividad y de la innovación. Sin embargo está muy demostrado que el uso de la inteligencia divergente y lateral o aquella que se abre a nuevas ocurrencias, aunque parezcan absurdas de momento, conduce siempre al enriquecimiento de nuestra producción intelectual, al hallazgo de recursos creativos.
Y además de que el sistema educativo nos ha sometido a una pobreza escandalosa en inventar soluciones a medida que crecemos, no falta en la familia y en la escuela quien nos dice lo que estamos haciendo mal, quien nos señala los errores a bombo y platillo, quien nos pasa por delante de los ojos nuestra equivocación y nuestra osadía a ser distintos y ofrecer soluciones diferentes. De ese modo el miedo va creciendo a la par que crecemos y en la misma medida reducimos nuestra expansión intelectual, achicamos la mente y la creatividad. Que inventen otros, como decía Unamuno, parece la actitud más acertada. ¿Es esperable en semejante estado sociológico esperar que nuestros jóvenes y adultos se pongan a inventar sin que les llamen locos? No parece probable. Sin embargo tengamos la edad que tengamos es un sano ejercicio ponerse a pensar en distintos caminos y alternativas para resolver los problemas diarios. Es cuestión de probar, de entrenarse.
La oxidación de la creatividad que padecemos hará difícil al principio el nuevo estilo de innovación de soluciones pero poco a poco aumentará esta habilidad tan deseable. ¡Ánimo! A entrenarse en buscar soluciones a todos los problemas sin miedo a fracasar. Y a permitir a nuestros pequeños avanzar sin reñirles por los errores que cometan. Hay que perder el miedo y superar la comodidad.