A todos se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación para nuestros hijos pero pocas veces aterrizamos en fórmulas concretas aplicables para cumplir con las obligaciones que como padres tenernos en esa importante labor. Lo primero que merece la pena resaltar es que la responsabilidad de la educación corresponde mayoritariamente a los padres por el hecho de serlo. Por lo tanto estos deben sabe qué hacer y hacerlo independientemente de lo que pueda y deba hacer la escuela y todos los agentes sociales puesto que todos en definitiva educamos. Hoy día estaremos de acuerdo en que los niños afortunadamente están mejor alimentados que hace tiempo, visten mejor y tienen más posibilidades de estar estimulados intelectualmente.

En lo material se ha mejorado mucho. Sin embargo en lo que se refiere a inculcar, enseñar e instruir a los hijos por parte de los padres es otra realidad muy diferente. Los padres dedican poco tiempo a hablar con sus pequeños para enseñarles cómo vivir, cómo deben comportarse con los demás, cómo deben tratar a sus iguales, cómo deben afrontar las pequeñas dificultades que ellos experimentan, cómo deben responsabilizarse de las pequeñas obligaciones que tienen en función de su edad y situación. No se paran a explicarles y repetirles de forma suficiente las pautas esenciales y otras varias para que a base de repetirlas las vayan aprendiendo, interiorizando y vayan aprendiendo por lo tanto a auto gobernarse y a saber comportarse en esta vida.

Hay que contarles cuentos que tengan mensajes y que aprendan esos mensajes que les sirven de guía para orientar sus comportamientos. Hay que hablar con los niños y enseñarles en función de lo que los padres saben por experiencia de la vida. Hay que hablarles para que vayan teniendo referencias. Si no dedican tiempo a esta labor pierden una oportunidad extraordinaria de educarles. Y si además los padres se separan, mayor cuidado han de tener para evitar que sus hijos crezcan completamente despistados y privados de esa enseñanza de la vida porque los unos por los otros pueden quedar sin instrucciones. Los padres han de hablar con sus hijos y enseñarles eso que después quizás nadie les vaya a explicar nunca.

¿Cuánto tiempo dedica usted a la semana o al mes a hablar con su hijo aprovechando los pequeños sucesos de la vida diaria? ¿A qué espera? ¿A que se haga mayor? Entonces ya no le escuchará.