Soy de los plenamente fervientes defensores y convencidos de que viajar es una de las actividades más enriquecedoras de esta vida. Te permite ampliar los horizontes de tu mundo y por lo mismo enriquecer la visión que de la vida tienes, con lo que eso significa de aumento de la flexibilidad y de la tolerancia hacia los comportamientos de otras gentes. Es una fuente de observación continua, sorprendiéndote la variedad de temas, tonos y contenidos que a la vista se ofrecen. Es una contemplación, distinta a la ordinaria en la que vives, del poliedro que es nuestra existencia y nuestro cosmos. Te permite contrastar otras vidas con la vida que llevas y sacar conclusiones, así como engrosar el acervo de vivencias que irán haciendo mella y produciendo frutos según avance el tiempo. Viajar es ser consciente de que existen otros mundos, no por distintos menos ricos y excitantes. Ayuda a desconectar mentalmente de tu vida diaria y, si es en otro idioma, la desconexión puede ser impactante, pues te permite al cabo de unos días sentir que han pasado semanas. Aumenta la comprensión social de otros estilos y otros comportamientos en función de sus propios contextos. Te permite valorar lo que tienes y saber si es manifiestamente mejorable o ya era bueno. Ves cómo otras gentes se las arreglan para afrontar la vida de manera creativa y distinta a la que imaginabas y a la manera en que tú mismo la afrontas, siendo las dos perfectamente adaptativas. Viajar te ayuda a sorprenderte y por lo mismo a estimular el interés y la curiosidad y por tanto es muy recomendable cuando se pasa por momentos en que el aburrimiento y la inercia se instalan en tu vida. Viajar es aprender y aprender sin parar, estimular nuestros sentidos y nuestra inteligencia y poder copiar otros modelos. Es siempre recomendable y positivo cuando es por placer. Pero tiene otra ventaja, en apariencia paradójica y colateral, a saber, la de descubrir lo bien que está uno en casa, en su propia rutina, rodeado de sus cosas y sus gentes. Y en ocasiones es una oportunidad de recordar lo bien que uno vive a pesar de que uno siempre se queje y proteste de su vida y entorno. Casi todo son ventajas. Por eso es tan recomendable hacerlo con frecuencia, si se puede.