Hasta la edad de seis o siete años, más o menos, los niños creen, y disfrutan con ello, que los Reyes Magos son reyes que proceden de Oriente, pero a partir de esa edad, su creencia se desmorona o se desmitifica y descubren que los Reyes ¡son sus padres! Con la ilusión que les hacía! Es decir, se da un salto cualitativo en sus creencias y lo que les parecía como algo divino se trivializa de pronto y el realismo se impone. Sin embargo en otro orden de cosas ese paso de lo trascendente a lo descarnadamente humano algunos no lo dan ni de adultos. Crecen resistiéndose a hacerse cargo de ellos mismos con todas las consecuencias y siguen necesitando criaturas celestiales o seres misteriosos a quienes encomendarse para paliar sus sufrimientos y desgracias. No pueden aceptar que todo está dentro de sus hemisferios cerebrales, que la creación de esos seres divinos y ominosos es suya y que la hacen para sentirse aliviados y tranquilos. Asi encienden velas, o hacen sus conjuros o rezan o asisten a liturgias esperando tener contentos a sus dioses y tranquilizando con ello sus angustias a la par que muchas veces sus conciencias. No soportan tener que desmitificar sus mitos y no llevan bien la realidad de tener que enfrentarse ellos solos a sus contrariedades, miserias y dolores. El refugio hacia lo trascendente y misterioso les alivia. No es que esté mal este mecanismo de evasión pues justo es reconocer que para muchos ha sido y sigue siendo útil, toda vez que hacerse cargo de si mismos les abruma y les reduce el horizonte de sus vidas. Respeto, por supuesto, que la gente se cree sus propios dioses, ángeles o demonios. Si les sirve, es cosa de cada cual. Lo peor no está tanto en la evasión y en la mitificación, en la leyenda o el invento, sino en que todas esas gentes se prestan a ser manipulados por algunos listos que descubren en esa necesidad un recurso del que vivir a costa del engaño. Lo peor está en la manipulación a la que se exponen, además de no madurar ni llegar a hacerse cargo de si mismos con todas las consecuencias. Lo dicho, los Reyes Magos son los padres, aunque algunos prefieren vivir creyendo que vienen del más allá. Si les vale…