Hay una evidencia puesta de manifiesto por las neurociencias, a saber, que todo lo que hacemos, sentimos y pensamos modifica nuestro cerebro (esto no se sabía hasta el advenimiento de esas ciencias) pero no sólo se modifica el cerebro sino también nuestra vida (esto sí se sabía). Son informaciones relevantes pero lo extraordinario es que somos nosotros los que podemos elegir qué pensamos, qué sentimos, qué hacemos con lo que tenemos el poder para influir en nuestro cuerpo y determinar en parte nuestra salud o enfermedad, en los resultados que obtenemos en la vida, a nivel personal, social o profesional, en las consecuencias que de ellos se deriva y en nuestro modo de vivir. No somos sobre todo sujetos pacientes, víctimas, si se quiere, de nuestros pensamientos, emociones y conductas. Tenemos en nuestras manos la libertad de elección y el poder que eso nos confiere y por tanto tenemos en nuestro poder determinar qué tipo de vida queremos llevar así como librarnos de muchos sufrimientos. Si no tenemos desarrollada esa conciencia nos estamos perdiendo mil oportunidades de disfrute y progreso y corremos el riesgo de que sean otras personas quienes nos influyan y determinen los resultados a los que nos expongamos. Somos protagonistas de nuestras vidas, agentes causales libres, aunque la libertad no sea completa. Cierto que el entorno influye sobre nosotros pero en último término depende de nosotros cómo filtremos la influencia. De nosotros depende qué actitud tomaremos ante los acontecimientos y actuaciones de la gente y por tanto depende cómo nos sentiremos. Depende de nosotros elegir o decidir qué comemos, bebemos, cómo trabajaremos, con quien nos relacionamos y cómo, qué estilo de vida escogemos, lo que vemos, dejarnos influir por la publicidad o por los medios, gastar o no gastar y en qué, en fin una lista interminable. Todo esto representa una buena ocasión no sólo para pensar cómo elegimos sino para educar a nuestros hijos en su capacidad de decisión sobre ellos mismos para que no se expongan a ser manipulados. Merece la pena reflexionar sobre este asunto con frecuencia.