Deje de tomar por él las decisiones que puede tomar él.
No le de las cosas masticadas, hechas.
No piense por él ni le averigüe lo que él cree o espera.
No le dé demasiadas facilidades.
Anímelo a que tome la iniciativa.
Anímelo a que busque soluciones por si mismo.
Dele la ayuda suficiente para que se desenvuelva sólo. No la ayuda completa.
No le insista demasiado. Diga las cosas una sola vez o dos.
Los “sermones” no son eficaces para incitarle a actuar.
Póngale en situaciones para que cree, invente o encuentre soluciones.
Ayúdele sólo cuando él ya no pueda, después de intentarlo por si mismo.
No se adelante a todos los peligros ni le allane totalmente el camino para evitarle sufrimientos.
Refuércele y celebre sus avances en la autonomía e independencia.
Haga que la familia aplique estas directrices para reforzarlas.
La autonomía no se consigue de un momento para otro. Es un proceso largo.