Es analfabeto emocional (o casi):
Quien no sabe captar y para nada tiene en cuenta el estado de aquellos con quienes trata.
Quien actúa sin pensar si hiere o mata.
Quien al hablar no mide sus palabras, usando las que vienen a su mente de manera espontánea.
Quien se deja llevar de la ira, del odio, del miedo o de la culpa en exceso.
Quien no es capaz de empatizar o de ponerse en el lugar del otro para entenderle y ajustar sus reacciones.
Quien se ríe de los defectos de los demás sin cortarse ni moderar su lengua.
Quien critica abiertamente sin mirar ni reparar, sino solo porque le parecen mal las actuaciones ajenas.
Quien no racionaliza aquello que le sucede ni reflexiona sobre las causas o los efectos derivados.
Quien se mueve sobre todo llevado de su estado de ánimo, contaminando su mente y sus acciones en esa dirección.
Quien no se para a preguntarse cuales serán las consecuencias de sus actos.
Quien es muy sensible y susceptible de afectarle desproporcionadamente sucesos de la vida diaria.
Quien cuando le llegan los fracasos se hunde o desmorona de forma permanente o prolongada.
Quien no escucha y no para de hablar sin fijarse en qué reacciones tienen lugar delante de sus ojos.
Quien es frecuente víctima de sus prontos y explosiones.
Quien se deja llevar de su necesidad de ser tenido en cuenta o amado sin calibrar su entrega a las personas.
Quien toma sus decisiones sobre todo basado en lo que le apetece o no le apetece.