Tiempo de vacaciones. Nuestros alumnos descansan, aunque no todos, después de un curso agotador. Pero ya queda poco para volver a comenzar  el ciclo. Ya los grandes almacenes y las librerías anuncian descuentos en los libros de texto, si reservas con tiempo. Todo volverá a ser igual un curso más. Los mismos métodos, los libros de texto, las clases, la programación, los exámenes, las repeticiones machaconas, los numerosos deberes y otras tareas relacionadas para meter a los alumnos en el sistema imperante. Todo casi lo mismo año tras año, y con vistas a seguir al menos en un próximo futuro. A pesar de que el mundo cambia rápidamente, de que la tecnología hace lo propio, de que la ciencia nos dice que el cerebro cambia también con el aprendizaje, a pesar de esas pistas de cambio permanente la educación sigue anclada en una especie de monotonía, en una formalidad que se repite año tras año. No se vislumbra por supuesto ningún tipo de revolución, como debería haber, como dice Sir Ken Robinson, pero tampoco de evolución atractiva. No, amigos, la educación sigue siendo una especie de estructura fija, casi inamovible, encorsetada, rígida, donde las diferencias entre estilos de aprendizaje de los alumnos siguen siendo no muy bien entendidas y deficientemente atendidas. Volverán a repetirse monótonamente los tests que miden conocimientos adquiridos del acervo cultural y de conocimientos y volverá el fracaso escolar de los que nunca adquirieron buena base, de los desmotivados y sobre todo de aquellos que no están por la labor de aprender mecánicamente y necesitan estimular su creatividad y su interés por el aprendizaje  divergente. El caso es que un curso más se hará esperar la renovación y cambio de esta macroestructura mastodóntica que es la educación, salvo algunos puntos, algunos profesores y algunos centros que intentan introducir pequeños cambios, dentro de lo que el sistema les permite. Es una pena que la educación no se renueve al ritmo que cambia el mundo, la ciencia, la tecnología y los conocimientos y en las formas de enseñanza sigan siendo casi como en la edad media en algunos aspectos. Que la educación abandone la tendencia a buscar una solución única a los problemas, al conformismo, alejada de la estimulación de la creatividad y el desarrollo de los distintos talentos según la dotación de cada cual es hoy por hoy una quimera, pero al paso que el mundo va no quedará más remedio que evolucionar rápidamente para ser congruentes y para que cada cual aprenda a resolverse su futuro pues ya los trabajos  van a requerir que cada cual se las arregle para ser empresario, autónomo y responsable de su trabajo propio. Por aquí van los tiros. Cambiar en educación es sobre todo hacer pensar a los alumnos.