Nos acordamos con todo lujo de detalles cuando alguien nos falla, nos perjudica, nos pone la zancadilla, nos ignora o simplemente se olvida de nosotros. Eso lo recordamos con gran facilidad. Pero casi con la misma facilidad se nos olvida dar las gracias a quien nos ha hecho un favor, sin buscar contrapartida. Parece que nos pasa inadvertido el detalle o nos pasa de hecho y olvidamos dar las gracias, cuando, si algo se agradece, es recibir el reconocimiento por las molestias que uno se ha tomado. Por eso, aunque nunca lo he hecho en este blog, debo ahora mostrarme agradecido a mis pacientes, sobre todo, porque gracias a ellos y a la inspiración, que sus casos me proporcionan, puedo escribir sobre situaciones con las que algunos pueden sentirse identificados y ayudados por tanto. Si no fuese por ellos resultaría casi imposible escribir sobre situaciones tan dispares como podéis encontrar referidas en este blog. Ellos me dan la pista de vivencias y matices sobre las que escribir para reflexionar sobre ellas, sus causas, consecuencias y soluciones varias. Ellos son los verdaderos artífices de mi inspiración al escribir sobre estilos de vida, emociones, ideas, creencias y conductas. Vaya para ellos mi reconocimiento y sincera gratitud por permitirme seguir escribiendo con sumo gusto semana tras semana y así ya varios años en este blog, punto de encuentro de miles de personas mensualmente, como me dicen las estadísticas. Gracias por constituir una fuente inagotable de contenido útil. Es más, gracias porque, aunque yo sea el autor de las composiciones y les de forma me habéis hecho ganar los premios que he ganado a nivel periodístico. No me parecía lógico seguir callando vuestra contribución. Al César lo que es del César. Muchas gracias, de corazón.