Pues sí, dentro de las muchas clasificaciones que se pueden hacer sobre los seres humanos están los predominantemente “orientados a las personas”. Estos se caracterizan por ser especialmente sensibles hacia los comportamientos que los demás tienen con ellos y a los efectos que sus comportamientos tienen sobre los demás. Les afecta muy mucho lo que los demás puedan pensar, decir o hacer con ellos, la valoración, aprecio o desvalorización y falta de aprecio de quienes les rodean y tratan. Son muy sensibles y sentidos. Dan demasiada importancia a todo ello porque son desproporcionadamente dependientes de ellos. Sus actos giran en exceso en torno a los demás. Por eso también les afecta lo que hacen ellos mismos en cuanto a las repercusiones de sus actos con las demás personas. Son, en un palabra, seres para quienes su propio estado emocional importa mucho. Están más bien dominados por la carga de su estado emocional para bien o para mal. Sus pasos están más bien calculados en función de su efecto en los demás. Viven, en una palabra demasiado en función de la gente. Suelen ser demasiado complacientes y rehúyen el conflicto. No es que esto sea negativo. Lo negativo más bien es dar a esa dependencia una excesiva predominancia y perder libertad de movimientos y actuaciones en sus vidas. Los demás pueden condicionarnos y nadie está libre del todo de esa influencia, pero condicionar la vida en función de la gente ni es sano ni práctico, pues uno deja de ser en parte uno mismo al tener la atención escorada hacia el otro. Estos sufren bastante porque nunca se ven libres tanto del influjo de los demás como de lo que ellos influyen a los otros. En fin, que hay que orientarse también a las tareas, como escribiré en breve, para contrarrestar esta tendencia, que puede llegar a ser patológica en tanto en cuanto se exagere.