En nuestra sociedad de cultura cristiana, a diferencia de la protestante, se toman los fallos y fracasos como algo vergonzante, negativo y deja en quien los sufre un amargo sabor de derrota porque no está bien visto ni por la sociedad ni por uno mismo. Tan es así que quien sufre el revés queda en parte bloqueado y mermado de fuerzas y de ganas para volver a intentar resurgir con esperanza y confianza en si mismo. El fracaso está un tanto estigmatizado, es evidente. Sin embargo si uno lo piensa bien el fracaso no es sino un intento fallido que no anula nuevos intentos hasta dar con la clave. No todos los caminos conducen con seguridad a la meta elegida y deseada y por eso se deben intentar otras rutas que hagan posible el éxito. Lo peor, con todo, no es desanimarse pensando en la dificultad de volver a esforzarse. Lo peor radica en dar el salto injustificado de la parte al todo, del fallo en si al plano personal y creerse un inútil, incapaz o impotente en cuanto que persona, en descalificarse y flagelarse atribuyendo a toda la persona la causa del traspiés. Es un salto ilógico que implica una merma evidente de fuerzas porque deja la autoestima algo tocada. Por tener un fracaso no es uno un fracasado igual que por matar un perro por accidente no puede ser uno calificado de mataperros. Los que son negativos por tendencia personal y por costumbre han de cuidarse más porque la negatividad mina nuestras defensas y resta impulso hacia la superación de las barreras, mentales, sobre todo, pero también externas. Está bien pensar a posteriori qué es lo que se hizo mal para no volver a repetirlo pero no para avergonzarse, culpabilizarse o bloquear las ganas de seguir intentándolo. Quienes que viven en un ambiente cultural y religioso protestante, sobre todo los calvinistas, suelen por el contrario considerar el fallo como reto y como mérito y no tienen inconveniente en moverse de nuevo las veces que hagan falta en pos del logro. Creen que superar los fallos les proporciona méritos para salvarse incluso, al pasar al mundo de ultratumba. Hasta para eso tienen suerte. Pero en la cultura nuestra se puede modificar esa actitud aunque uno no crea que es meritorio para el cielo. Es meritorio en esta vida.