Me temo seriamente que algo no estamos haciendo bien ni estamos totalmente acertados. Es fin de curso y en muchas familias habrá caido como una bomba el fracaso académico de alguno de los hijos. Ese fracaso parece que trastoca los planes y expectativas familiares y ante el mismo, el disgusto cae en la familia, como si de una maldición se tratase.
Fracasar académicamente o suspender, para entendernos y la alteración que ocasiona son una señal evidente de que nuestra escala de valores se encuentra algo alterada. No, amigos, si el éxito académico no equivale al éxito humano y ni siquiera profesional en la mayor parte de los casos, tampoco el fracaso académico debe significar el fracaso personal.
Pero se hace dificil ajustar la escala de valores, aunque es completamente necesario. Si al tiempo que aprenden matemáticas, inglés o la lengua materna, nuestros hijos no aprenden con la misma intensidad a saber valorarse, a saber retardar las recompensas, a encajar las frustraciones, a manejar su tensión emocional y física, a crear empatía en sus relaciones y tener habilidad para relacionarse con distintas personas lo que se dice bien. Si no les enseñamos a tener las ideas claras de lo que quieren y a empeñarse en conseguir sus objetivos. Si no les enseñamos a ser autónomos y responsables, así como legales, Si no les enseñamos a cuidar de su salud, a respetar las reglas del juego, y a saber expresarse de forma que se les entienda bien. Si no hacemos todo esto estaremos formando seres incompletos y la educación no estará contribuyendo al verdadero desarrollo humano, donde lo importante no son solo las calificaciones escolares.
¡Menos horas de clases y deberes, de particulares y de dedicación a aprender contenidos y algo más de atención a su crecimiento personal para que cuando abandonen sus estudios después de miles y miles de horas y salgan a la vida se vean fuertes para afrontarla exitosamente con sus altos y bajos.!
Si no corregimos esta tendencia habremos hecho un pan como unas hostias. Que no corra la sangre en estos dias de finales de curso. La serenidad, no exenta de disgustos en las reacciones personales, puede ahorrar bastantes sinsabores, culpabilidad y golpes de pecho.