No seré yo quien se muestre detractor de Internet y todo lo digital, faltaría más. Sus enormes ventajas son de todo punto indiscutibles. Pero hay que reconocer que el uso intensivo y el abuso del mismo acarrea consecuencias que pueden hacer pagar un alto precio. Resalta en primer lugar una disminución de la capacidad de concentración, pues a medida que las aplicaciones, redes, correos, y demás se multiplica y nos hace pasar mucho tiempo saltando de pantalla en pantalla nuestra atención se posa levemente cual mariposa inquieta dificultando centrarla serenamente y no tenemos tiempo de grabar algunos contenidos con lo que la memoria a corto plazo sufre una notable erosión.
A la par nuestra capacidad de reflexión sobre lo que vemos o hacemos se reduce y no tenemos tiempo suficiente de profundizar en los conocimientos. Pero además estimula la impulsividad con lo que algunas cosas que escribimos o hacemos pueden hacer o hacernos daño por error pues no tenemos presente aquello de “palabra y piedra suelta no tienen vuelta” y el mal puede quedar hecho. Se da además una saturación de contenidos informativos la mayoría superficiales que nos hace superficiales si ya lo éramos poco. Puede crear dependencia y consigue hacer a muchos, adictos, de forma que si no tienen acceso a Internet o se les descarga o estropea el móvil o la tableta pierden el control de sus reacciones, algunos hasta extremos violentos
. Si uno tiene que mirar los correos, wasapps, faceboook, twuitter, instagram etc. cada poco es como tener que echar un cigarrillo tras otro y hacer adicto al tabaco. Finalmente resta nuestra capacidad de crítica. Todo ello puede ser muy perjudicial a la larga. Bienvenido pues lo digital y su uso razonable sin dejar lo analógico. Todo, como sabemos depende del uso que hagamos de ello. También Internet.