Si le preguntas a cualquier adulto a donde no quiere llegar en su vida o como no quisiera acabar a buen seguro que te lo dice claramente. Si por el contrario le preguntas qué quisiera llegar a ser, qué quisiera conseguir, te encontrarías con la sorpresa de que un pequeño porcentaje lo tiene perfectamente claro. Es algo que puesto que supone muchas horas de reflexión tendemos a evitarlo. La pereza nos invade. Nos dejamos más bien llevar de la intuición o de imágenes fugaces que pasan delante de nuestra atención y no suele haber elaboración y solidez en esas reflexiones.
En consecuencia al no tenerlo claro no empleamos todo el esfuerzo necesario en caminar hacia tal objetivo. Es duro y difícil, requiere determinación y persistencia y eso tendemos a rehuirlo.
Una cosa es lo que “nos gustaría” y otra lo que, de hecho, estemos dispuestos a luchar por conseguirlo.
Por eso ese porcentaje tan pequeño de gente persistente consigue lo que quiere y es digna de ser admirada.
De todas formas bastaría con preguntarse con frecuencia si lo que estamos haciendo en un momento dado nos conduce a donde no queremos o más bien nos ayuda a ir en dirección contraria, siempre más positiva. Y sin necesidad de consejero alguno tendríamos la respuesta exacta en ese mismo instante.
Lo que ocurre es que somos tan inconsecuentes o imprudentes que a pesar de que algo que hacemos nos conduce en mala dirección lo seguimos haciendo. Parece un sinsentido y lo es pero el ser humano es así de paradójico.
Con no hacer aquello que nos conduce en mala dirección sería suficiente en la vida? Ciertamente se evitarían muchos desastres, pero sería aburrido. Lo interesante reside en hacer y caminar en la buena dirección sea cual sea. Esto proporciona estimulo y encanto y es muy motivador.
Tú sabes donde vas y lo que quieres?