Es una enorme paradoja y un motivo de importante sufrimiento saber, valer, tener habilidades, poder hacer algo, pero estar convencido de que no se sabe, no se vale o no se puede. Es como estar en un potro de tortura, entre dos realidades, la que es y la que creemos o estamos convencidos de lo que es, aunque esta segunda es más realidad que la primera por aquello de que “lo que vemos o pensamos es todo lo que hay o lo que existe en ese instante”.
Eso es la baja auto-estima, la distorsión de la percepción. Es empeñarse en ver lo que no hay o empeñarse en no valorar lo que se hace y se hace bien. Quien no es capaz de valorar adecuadamente lo que sabe hacer y hace, aunque sea con esfuerzo, está condenado a impermeabilizars
Tener baja autoestima es tener el motor estropeado, es echar a perder el principal valor, el principal sostén o apoyo interior con el que debemos contar: el reconocimiento de la valia personal en cualquier área o grado y todos valemos para algo. ¿Tiene solución esto? Pues claro, mujer u hombre, por supuesto. Solo hace falta hacer tres movimientos: disponerse a cambiar la auto percepción negativa, ponerse a hacer aunque sean pequeños progresos día a día, en aquello que uno desea mejorar y, sobre todo, tomar conciencia de que esos progresos ¡los has hecho tú! Pero hay que ponerse a ello con constancia. No vale una vez al mes.
Hay que tener presente que la forma de vernos y pensarnos no se ha edificado de la noche a la mañana, han sido muchas veces practicada. Por eso hay que practicar miles de veces en sentido contrario y …¡bingo! acaba funcionando.
No hay labor más satisfactoria que aumentar nuestra autoestima a niveles satisfactorios. Es una fuente de libertad, de gozo y de sentido de la auto eficacia.