Es un joven impulsivo, celoso y bebedor habitual de fines de semana desde los dieciséis. Tiene novia y cuando bebe, aunque no siempre, la ira se le sube a la cabeza con el alcohol, se extiende luego a su lengua y entra en acusaciones humillantes y finalmente invade todo el cuerpo y cuando llega a sus brazos estos se ponen tensos y empuja a su pareja, le levanta la mano y más de una vez a punto ha estado de pasarse de la raya y agredirla seriamente. A esa horrible mezcla me refiero: juntar alcohol e impulsividad. Si además se dan celos la cosa se complica.
El sólo es consciente del malestar que sus celos le producen hasta que se le dijo que su verdadero problema es su impulsividad y sus nervios que al sumar el alcohol explota con violencia.
Pudiera no haber celos y si se dan los otros dos elementos el perder el control es siempre muy probable.
En todo caso la clave, en esas personas, está en controlar la bebida. La bebida es la espoleta que da lugar a la agresión verbal o física, sea contra el otro género o el propio.
En un post de mi FB decía que hay dos tipos de alcohólicos, los que no pueden dejar de beber porque les entra el síndrome de abstinencia y los que beben de vez en cuando pero cuanto lo hacen pierden el control hasta tal punto que no recuerdan al dia siguiente el punto al que llegaron. Estos últimos cuando se les dice que son tales no reaccionan muy bien, porque piensan que al no ser bebedores habituales no entran en esa clasificación, pero lo son realmente y causan gran destrozo personal.
La solución pasa por dejar de beber durante un largo tiempo hasta estar bien seguros de su reacción controlada. O bien tratar su impulsividad y beber mucho menos si no están bien dispuestos a la abstinencia prolongada.