Para perseguir algo y esforzarse en conseguirlo lo mejor es Desearlo cuanto más ardientemente mejor. Si no hay ese deseo ardiente, si no hay pasión no hay combustible suficiente para asegurar el viaje. Pero con ese punto de partida no lo tenemos todo. Es preciso Definir lo más precisamente que se pueda lo que se busca, el objetivo a conseguir, la diana a la que apuntar, la meta. Cuanto más específica y concreta, mejor. Decir “quiero ser más feliz” o “quiero ser mejor” es tan inespecífico y general que no ayuda por falta de concreción. Lo concreto se visualiza mejor y se operativiza con más eficiencia. Hemos ya dado con esto dos pasos importantes y podemos tener las ideas muy claras en cuanto a la definición, pero nada está asegurado porque se necesita Decidir qué pautas, qué procesos, qué método, qué plan vamos a seguir, qué haremos en definitiva. Sin decisión nos habremos quedado en buenas intenciones solamente, nada más.
Y después ¿qué? ¿Qué habremos de hacer? Hemos de aplicar el cambio decidido pero con Disciplina, es decir, con el cumplimiento ordenado, la perseverancia y la constancia suficientes para asegurarnos del éxito de la operación emprendida.
En los tres primeros pasos se emplea bastante gente, pero hay que saber que es en el cuarto paso en el que se abortan casi siempre la mayoría de los propósitos.
Todos los cuatro pasos del proceso son necesarios, pero donde más hay que insistir es en el cumplimiento prolongado, en el último, que viene a ser como el mantenimiento en las empresas. Y ahí es donde falla la mayoría.
Intención no nos suele faltar, pero en aplicar los cuatro pasos o las cuatro Ds es donde está el secreto.
La disciplina permite asegurar que ante los altibajos, que a buen seguro surgirán, el trabajo del cambio estará bastante asegurado.