Los hay que tienden a ridiculizar, descalificar, amedrentar, intimidar, amenazar , insultar a los demás, usando lenguaje grueso y con volumen alto y gestos duros, intentando con ello en algunas de sus interacciones dominar al otro, hacerle sentir víctima para que ceda finalmente a su presión e impacto. Son los de estilo agresivo.
Los hay por el contrario que tienden a ceder sistemáticamente por razones diversas: por miedo a diferir y perder la atención o el aprecio, por miedo a lo que el otro piense o a cómo reaccione, por miedo a perder a amistad o la atención, por temor al rechazo, por temor a que el otro quede desencantado o vaya usted a saber. Estos, los inhibidos, son víctimas de si mismos, pues optan por replegarse, evitar o escapar, con tal de que no haya conflictos. Afrontar les supone un esfuerzo desmedido y callan, aguantan o se cuecen en su propio jugo, perdiendo territorio en sus relaciones personales. Se vuelven inseguros y dejan expedito el territorio a que otros les invadan.
Están finalmente los que son asertivos, que tienden a expresar sus opiniones, o bien sus sentimientos, con tranquilidad y libertad, sin temer a que el otro pueda sentirse o pensar mal, porque están convencidos de estar en su derecho. Al expresarse sin perder los estribos consiguen liberar su carga y descansar sin tener que echar mano de las voces o gritos o gestos de acritud. Son capaces también de expresar sus derechos y defenderse y defenderlos, porque son suyos y no dejan que otros puedan pisotearlos. Estos son los que son amigos de sus amigos, pero sobre todo amigos de la verdad y la justicia, pese a quien pese, sea amigo o enemigo. Saben que su conducta es fuente de salud y por eso se expresan y defienden, y se esfuerzan en conseguir ser respetados. Son aquellos que siguen el refrán conocido de “amigos, sí, pero la vaca por lo que vale” o al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. La asertividad es una habilidad muy deseable y reporta infinidad de bienes y ventajas. Hay que ser muy seguro para aplicarla bien pero merece bien la pena porque te hace ir por el mundo sin tener que ceder y perder por sistema. Digo por sistema porque a veces conviene ceder tácticamente según lo que uno se juegue, pero eso es otra historia.