No todos tenemos elevada autoestima para todo ni baja autoestima para todo. La tenemos alta para una cosas y baja para otras, aunque cierto es que, cuando nos sentimos hundidos, parece que la hemos perdido.
Autoestima es la conciencia de tu valía personal y de tus cualidades y logros. Es la auto percepción de que eres valioso en diferentes aspectos y eficaz, de que vales y puedes.
Para aumentarla, es necesario que te propongas progresar en alguna dirección que tu decidas e ir sumando pequeños logros y, lo que es más importante, ser consciente de que ¡eres tú el agente!, de que es ¡obra tuya!. Porque, si tienes algún mérito y los atribuyes a las circunstancias, a la ayuda ajena o a la casualidad, la autovaloración brilla por su ausencia. Quien es consciente de su propia valía no necesita demasiado el reconocimiento de los demás, la estima ajena, aunque esta sea siempre bienvenida.
La autoestima es el mejor tesoro que podemos tener, porque nos hace fuertes y seguros, nos hace menos dependientes emocionalmente de los otros.
La autoestima es una fuente de salud y bienestar y un seguro de vida contra nuestros fracasos y nuestro desánimo.
Quien tiene adecuada autoestima no habla mal de si mismo ni tira piedras contra el propio tejado. No es fácil presa del desánimo y tiene su mente centrada en lo que puede y en derribar los muros barreras que se encuentra.
Merece bien la pena hacer de vez en cuando el ejercicio de pararse a pensar y repasar nuestros aciertos, avances y progresos, nuestros logros y pequeñas victorias para no sucumbir al desánimo y a la auto desaprobación y, en el lado positivo, para aumentar nuestra percepción de autoeficacia.
Es un ejercicio necesario. Y si alguien resalta nuestros méritos, miel sobre hojuelas. Pero, entretanto y por si acaso no son reconocidos, basta con que los reconozcamos nosotros.