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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

SOCORRO! TENGO UN HIJO ADOLESCENTE

Raros son los padres que teniendo un hijo adolescente atraviesan por este periodo sin perturbaciones ni disgustos. Lo esperable es vivir en estado de alerta y con el alma en vilo, porque su sangre hierve y, aunque hasta entonces hubiese sido un niño o niña llevaderos, de pronto emerge un individuo distinto, inesperado, conflictivo, que se aleja del cumplimiento de las reglas y quiere romper la disciplina y hace del grupo su punto de referencia, relegando a los padres a un plano secundario y llegando incluso a que les de vergüenza que sus amigos le sorprendan acompañado de sus padres.
Todo es efervescencia, todo se vuelven exigencias, presiones e intentos de salirse con la suya, sin duda presionados también por sus semejantes. Y por eso argumentan, en caso de padres algo estrictos, que sus amigos disfrutan de ventajas y privilegios de los que ellos carecen y por eso la guerra entra en escena y con ella la tensión en la familia y la lucha por ver quien vence en esa guerra. Desean salir más, volver más tarde, reducen su rendimiento escolar y si por casualidad su hijo entra en contacto con compañías no deseables para los padres (porque para ellos suelen ser estupendas) la angustia se acrecienta. El uso del móvil o los dispositivos se vuelve sagrado para ellos y bastantes prefieren recluirse en su habitación, que nadie les moleste.
Aunque no todos los adolescentes son iguales podemos dar algunas pautas generales que ayuden a entender y sobrellevar la situación, sin quedar tocados.
Lo primero que hay que tener en cuenta es no asombrarse del cambio en sus hijos. Si se espera, uno sufre algo menos. En segundo lugar habrá que diferenciar entre obligaciones esenciales (son las menos) y secundarias. En las primeras no conviene entrar a negociar o acordar, mientras en las secundarias conviene abrirse a negociar para que el hijo no se encuentre con un muro que le impide ser algo más él que lo que era.
¿Qué es lo esencial y qué lo secundario? Es esencial que tengan y respeten sus horarios de sueño, que en esa edad no debe estar por bajo de las ocho horas. Que se comporten bien en el centro académico. Que se acostumbren a hacer sus deberes diariamente: en esto a veces conviene que no sean sus padres los que se ocupen de ellos sino que estén bajo la dirección de profes externos.
Que se acostumbren a mantener un mínimo orden en sus habitaciones, aunque en este capítulo no conviene ser muy duros y por eso hablo de mínimos.
Que respeten sus horarios de vuelta cuando salen con los amigos, horarios que no deben ser ni muy estrictos ni muy laxos.
Que usen sus dispositivos un promedio de dos horas diarias, a lo sumo y algo más en fines de semana. Estos dispositivos no deberían usarse las horas de comida ni de sueño ni durante sus deberes, a no ser que sea un instrumento que haya que utilizar para esa labor.
Por supuesto que respeten a sus padres en el trato que debe ser cordial y no agresivo ni violento.
Lo demás suele ser secundario y por tanto no gastar energía en que lo cumplan, como si fuese esencial o imprescindible. Aquí puede cederse y negociar. Por ejemplo, el uso de pendientes o de piercings.
Lo de las compañías conviene vigilarlo y sólo si se exponen a alto riesgo se intentaría limitar sus contactos, aunque es un terreno complicado.
Y sobre todo tener mucha paciencia y mucho aguante, con alta tolerancia a la frustración, porque pasado este periodo, adolescentes complicados, guerreros, combativos y que incluso bordean lo ilícito, suelen cambiar y ser adultos normales y a veces excelentes.
Los padres son proclives a castigar enseguida cuando se salen del guión que les han preparado o que esperan de ellos y su reacción a veces es agresiva, violenta o amenazan con marcharse de casa. En cuanto a los castigos o sanciones la forma más correcta de proceder es que pierdan algunas satisfacciones, ventajas o momentos de disfrute, si se saltan las normas esenciales. Pueden perder la moto deseada, el Iphone y recibir a cambio un móvil más básico, pueden perder un viaje o ver reducida su “paga semanal” o no tener alguna prenda o calzado deseados. Les molestará, pero lo entienden. Lo que no les funciona es la reacción impetuosa de los padres de quitarles de pronto su play o de salir con los amigos, por ejemplo. Hay que manejar bien esas sanciones para que les duelan, sin provocar su ira.
Es una travesía como la del desierto y hay que estar preparados. En la mayoría de los casos no es un problema grave y ellos suelen saber distinguir entre lo que está bien y mal en líneas generales. Siempre hay excepciones, pero al ser tales no se avienen a la media y en esos casos habrá que echar mano de algún profesional que pueda asesorar para amortiguar el daño o el impacto emocional que ello supone.
No hay espacio aqui para la casuística por lo que la dejamos para el apartado de “casos aislados” que requieren personalizar la intervención.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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