Para poder asegurarse la supervivencia una vez alcanzada la edad de jubilación es necesario que a lo largo de la vida laboral tanto el estado, como uno mismo detraiga mensualmente de nuestro salario una cantidad que, acumulada a lo largo de los años, permita disfrutar de una pensión suficiente y decente. Es lo que se conoce como pensión contributiva. Quien no dispone de una pensión suficiente para vivir pasará mayores estrecheces, como es el caso de algunas pensiones no contributivas.
De forma paralela resulta aconsejable que a partir de los cuarenta o los cincuenta a lo sumo uno vaya acumulando, a nivel psicológico, unos intereses ajustados a su forma de ser que le permitan, una vez cesada su actividad laboral o profesional, disponer de ellos para ocupar su tiempo libre, abundante a partir de la jubilación. Si no se actúa de esta forma previsora, puede ocurrir y ocurre con frecuencia, que hay personas que no saben qué hacer con su vida, si no tienen nietos de los que ocuparse y no tienen aficiones a las que dedicarse.
De no haber previsto en qué ocuparse y ocupar el tiempo de tanto ocio durante muchos años, si la salud le acompaña, se expone el jubilado a no tener capital cognitivo del que echar mano para disfrutar y seguir sintiéndose útil.
Pensión cognitiva, entonces, viene a ser disponer de una mentalidad, una actitud mental, un planteamiento positivo de vida, es decir de un alimento cognitivo para no correr el riesgo de morir por inanición psicológica.
Hay personas con intereses muy diversificados que cuando les llega la edad de jubilación disfrutan dedicándose a esas aficiones e intereses que la escasez de tiempo libre no se lo permitía cuando estaban laboralmente activos, pero también hay personas con intereses muy reducidos más allá del mero trabajo y esos si deberían anticiparse para encontrar sentido a su retiro. De lo contrario la depresión se irá apoderando de ellos más pronto que tarde.
Dado que la edad avanzada lleva consigo un deterioro paulatino de nuestra salud y con ello una amenaza de cierta depresión, adelantarse en ver la forma en que uno se ocupará de si mismo es una sabia medida.
También para evitar el aburrimiento por falta de actividad al no saber a qué dedicarse más allá de ver la tele o sentarse en un banco del parque a ver pasar el tiempo o hablar predominantemente de las enfermedades, achaques que les aquejan a ellos o a los compañeros de banco.
En el caso de la pensión cognitiva no es cosa del estado sino de cada uno. Es decir, de uno mismo.