Si teneis hijos y son adolescentes o jóvenes preparáos, si no lo habeis experimentado ya, para que vuestras sugerencias sean desestimadas con el pretexto de que estáis anticuados o no tenéis ni idea de lo que estáis diciendo.
Sí, lectores amigos, casi todo lo que un padre o madre sugiere a un hijo menor de cuarenta años y mayor de quince o dieciséis, no tendrá validez a los ojos de un hijo, en la mayoría de los casos. Ellos piensan que tienen razón en lo que dicen y que entienden más que vosotros e muchos de los temas de los que habléis con ellos.
Digo menor de los cuarenta, porque lo que se dice dialogar tranquilamente y razonar sin alterarse no está garantizado antes de esa edad, en líneas generales. A partir de ahí ya se va pudiendo hablar y dialogar porque están en una actitud más receptiva.Han pasado por vivencias parecidas.
Sin embargo basta que alguien de fuera del núcleo familiar les de una opinión, información o sugerencia para que la acepten como buena o incluso excelente, aunque es probable que coincida con la que los padres le han expresado al hijo.
Por eso, aunque no hay que renunciar a expresar los puntos de vista y opiniones por si les queda algo (siempre les queda aunque tengan que pasar años para reconocerlo o lo reconozcan cuando hablen con otros) lo más recomendable es que busquéis alguien de confianza externo a la familia para usarlo como mensajero y que les exponga el mismo mensaje que vosotros no podéis expresar sin reticencias o rechazo.
Padres, armaos de paciencia, de mucha paciencia y procurad no alteraros cuando oigáis la frase: “papá, mamá, no tienes ni idea. No sabes o entiendes de ese tema”.
Es una frase esperada y quien espera que algo suceda, llegado ese momento, no se extraña de escucharlo, aunque le siente mal tener que oirlo.
Suele estar comprobado que lo que les dicen un padre o una madre no le dan valor, pero si viene de fuera es poco menos que infalible o cargado de razón.
El consuelo que queda es que con el tiempo a ellos les pasará lo mismo una vez que sean padres, si llegan a serlo. Es ley de vida, amigos.